Personas ingresan a Colombia tras su paso por el puente Simón Bolívar este miércoles, en Cúcuta (Colombia). En Cúcuta, principal paso fronterizo entre Colombia y Venezuela, la tensión por el despliegue militar de Estados Unidos en aguas del mar Caribe parece no inquietar a quienes cruzan a diario de un país a otro, mientras las autoridades locales se preparan para atender una eventual emergencia migratoria. EFE/ Mario Caicedo

En Cúcuta, principal paso fronterizo entre Colombia y Venezuela, la tensión por el despliegue militar de Estados Unidos en aguas del mar Caribe parece no inquietar a quienes cruzan a diario de un país a otro, mientras las autoridades locales se preparan para atender una eventual emergencia migratoria.

En estos días en los que los ojos del mundo están puestos en una posible intervención militar de EE.UU. en Venezuela, el movimiento de personas y vehículos por los diferentes puentes que conectan al departamento colombiano de Norte de Santander con el estado venezolano de Táchira es absolutamente normal.

Tanto en el puente binacional Simón Bolívar —que une Villa del Rosario con San Antonio del Táchira— como en el Francisco de Paula Santander —que comunica Cúcuta con Ureña—, la gente transita a pie, en automóvil o motocicleta, con maletas y bultos cotidianos, ajenos a la volatilidad política y militar que rodea Caracas.

«Por el momento todo está tranquilo, sigue normal todo», aseguró Yuranis Mariela Ramírez, venezolana que regresaba a San Antonio tras compras en Cúcuta. La mujer, atenta a las noticias, tiene un familiar en la ciudad colombiana como refugio ante una posible escalada del enfrentamiento verbal entre Washington y Caracas.

Personas cruzan desde Colombia hacia Venezuela por el puente Simón Bolívar este miércoles, en Cúcuta (Colombia). En Cúcuta, principal paso fronterizo entre Colombia y Venezuela, la tensión por el despliegue militar de Estados Unidos en aguas del mar Caribe parece no inquietar a quienes cruzan a diario de un país a otro, mientras las autoridades locales se preparan para atender una eventual emergencia migratoria. EFE/ Mario Caicedo

Conflicto lejano

Desde agosto pasado, cuando Estados Unidos inició un despliegue militar a gran escala en el mar Caribe cerca de Venezuela bajo el pretexto de combatir el narcotráfico, la tensión entre ambos países ha aumentado, alimentando especulaciones sobre una intervención para desalojar a Nicolás Maduro.

Sin embargo, en los pasos fronterizos predomina la resignación y el alivio: «No pasará nada, no creo que ataquen al pueblo», expresó Mary Nieto, quien se siente segura en zona rural del Táchira, alejada de Caracas.

Colombia y Venezuela comparten 2.219 kilómetros de frontera terrestre, desde el Caribe hasta la Orinoquía y Amazonía, territorios mayormente despoblados donde la pobreza y el abandono son las principales preocupaciones.

Carlos Bermúdez, venezolano que cruzaba hacia Bogotá con su familia, ejemplifica el flujo migratorio iniciado en 2015: «Mi hermano me consiguió empleo para las fiestas navideñas». En el aeropuerto Camilo Daza tampoco hay indicios de aumento de viajeros pese a restricciones aéreas ordenadas por Donald Trump.

Respuesta institucional

La Secretaría de Fronteras y Cooperación Internacional de Norte de Santander preparó un plan para proteger a la población local, migrantes y residentes pendulares ante cualquier emergencia en Venezuela.

«El enfoque está en anticipar una ola migratoria y fortalecer la capacidad institucional de respuesta», explicó Viviana Fonseca Alarcón, secretaria de Fronteras, quien confirmó planes de contingencia actualizados.

En seguridad fronteriza, destacó el esquema robusto con Ejército y Policía colombianos para control migratorio y prevención de actividades ilegales.

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