Bogotá.- Veinte años después de ser secuestrada por la guerrilla de las FARC, Íngrid Betancourt protagoniza un mediático regreso a la política colombiana, nuevamente como candidata a la Presidencia y con la lucha sin cuartel contra la corrupción como bandera.

Para recordar la aciaga fecha, Betancourt volverá mañana a San Vicente del Caguán donde el 23 de febrero de 2002 cayó en manos de una guerrilla que por entonces estaba en su apogeo y dominaba vastas extensiones del territorio nacional.

«Después de 20 años voy a volver al sitio donde me secuestraron, quiero hacer este recorrido palmo a palmo, revisitar cada momento de este periplo y contarles a todos ustedes lo que yo viví y probablemente dar información que hasta ahora no ha sido revelada», manifestó en un mensaje de vídeo.

SEIS AÑOS EN LA SELVA

Ese día, Betancourt, entonces de 40 años y candidata presidencial por el partido Verde Oxígeno, fue secuestrada junto con su jefa de campaña, Clara Rojas, cuando se dirigían a San Vicente del Caguán, que hasta horas antes había sido sede de los fracasados diálogos de paz del Gobierno del presidente Andrés Pastrana con esa guerrilla.

Fue el comienzo de un cautiverio de seis años, cuatro meses y nueve días que movilizó a la comunidad internacional e incluso al entonces presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, quien se mostró dispuesto a ir a recibirla en la frontera colombia-venezolana si las FARC la dejaban en libertad.

Las fotografías de una Íngrid en cautiverio en la selva, con semblante triste, una delgadez extrema, demacrada y con la mirada clavada en el suelo dieron la vuelta al mundo en noviembre de 2007 como un retrato de la tragedia y la humillación a la que fueron sometidos miles de colombianos víctimas del secuestro.

«Todos los días hay algo que me recuerda esa situación, pero la relación con esos recuerdos, la naturaleza de esas emociones ha cambiado, en un principio era algo muy doloroso, muy difícil de administrar, hoy en día yo diría que hay una distancia, hay una perspectiva con esas emociones y hay como una serenidad, como un silencio, un apaciguamiento», afirmó en una entrevista con Efe en 2018.

Tras su cinematográfica liberación junto con tres contratistas estadounidenses y doce militares y policías colombianos el 2 de julio de 2008 en la «Operación Jaque», Betancourt se instaló en Francia, país del cual también es ciudadana, y luego hizo un doctorado en Teología en la Universidad de Oxford (Reino Unido).

VUELTA A LA POLÍTICA

En 2016 regresó a Colombia, volvió en 2018 para apoyar al izquierdista Gustavo Petro en la segunda vuelta de las presidenciales, y en 2021 para meterse de lleno en la campaña por la Presidencia, siempre bajo los reflectores de la prensa nacional e internacional.

«Han pasado 20 años, obviamente que es una visión del país diferente, más madura, más incluyente», dijo en una reciente entrevista con Efe sobre las diferencias entre la política irreverente de hace 20 años que repartía preservativos en las calles de Bogotá como protección contra la corrupción, o pastillas de Viagra para «levantar a Colombia» y la Íngrid de 60 años que está convencida de que tiene la clave para arreglar al país.

Sin embargo, su retorno no ha estado exento de polémicas, comenzando por quienes le reprochan que venga «simplemente cada cuatro años a hacer política», como le dijo en un debate la líder social Francia Márquez, precandidata de la coalición de izquierdas Pacto Histórico.

«No tengo porqué responder a esas acusaciones que, obviamente, son malintencionadas», aseguró Betancourt a Efe.

GUERRA A LAS «MAQUINARIAS»

Betancourt se sumó el 18 de enero a la Coalición Centro Esperanza, que el 13 de marzo elegirá a su candidato presidencial, pero nueve días después la abandonó tras una agria controversia con sus compañero Alejandro Gaviria, al que criticó por aceptar el apoyo de políticos que llegan con lo que llama «maquinarias» electorales para conseguir votos.

Tras ese incidente retomó la candidatura independiente bajo el paraguas del Verde Oxígeno, convencida de que el enemigo a vencer es la corrupción que, asegura, «tiene secuestrado al país».

«Es una irresponsabilidad pretender que tenemos que bajar los brazos frente a una corrupción que en Colombia se lleva 50 billones de pesos anuales (unos 12.710 millones de dólares), un tercio del presupuesto nacional todos los años», repite.

En su segunda aspiración presidencial, Betancourt ha tropezado no solo con el secuestro sino con la dura realidad de la política que no le perdona deslices como el de la semana pasada, cuando en otro debate se refirió a «las mujeres que se hacen violar», sobre todo en los barrios pobres, lo que atribuyó a una confusión lingüística porque tiene «dos idiomas en la cabeza», el francés y el español, por lo cual se excusó.

A continuación explicó que lo que quiso decir fue «que las mujeres que están viviendo en situación de pobreza son las primeras víctimas de las agresiones sexuales».

La semana pasada la tragedia de su secuestro dio un giro con una investigación periodística según la cual la exsenadora Piedad Córdoba, a la que se ha vinculado con las FARC y que medió para la liberación de varios secuestrados, supuestamente retrasó la de Betancourt y otros cautivos por intereses políticos.

«Yo creo que la verdad se va a saber, eso es lo que estamos esperando las víctimas, que se haga total claridad sobre todos estos eventos y creo que a medida que vayan pasando los días vamos a ir conociendo más cosas», dijo Betancourt el miércoles luego de declarar ante la Corte Suprema de Justicia sobre esta denuncia.

 

Jaime Ortega Carrascal EFE

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