Alto de Shaheen (Pakistán).- Los silbidos de los disparos, los estallidos de morteros y los búnkeres son parte de la “rutina” de Shabbir Ahmad, un paquistaní que vive cerca de la frontera de facto entre Pakistán y la India en la disputada región de Cachemira, una zona donde cada año mueren decenas de personas en ataques entre los dos países.

Las dos potencias nucleares viven en tensión constante, con continuos enfrentamientos en la llamada la Línea de Control (LoC) que separa a ambos países en la región del Himalaya, lo que convierte la vida de las personas que habitan en esta zona en un infierno y dejó el año pasado más de 50 civiles muertos y cientos de heridos.

Ahmad, agricultor de 57 años, recuerda perfectamente como el 21 de noviembre de 2016, cerca de las ocho de la mañana, comenzó una nueva lluvia de morteros procedentes del lado indio de la LoC que acabó con la vida de una de sus hermanas y dejó cojo a su hijo.

“Fue un gran ataque con morteros, lanzacohetes y proyectiles de alto calibre”, cuenta a Efe con aparente tranquilidad el agricultor en el Alto de Shaheen de Cachemira, en un viaje organizado por el Ejército paquistaní, en el Día de la Solidaridad con Cachemira.

“Es una rutina para nosotros”, afirma Ahmad, residente del pueblo de Paro, situado en el sector de Sabazkot, donde viven alrededor de 1,7 millones de paquistaníes cerca de la LoC.

“Muchos días los ataques comienzan a las ocho de la mañana y duran hasta las cuatro de la tarde”, asegura el agricultor, que además expresa sus quejas por la falta de buenas carreteras en la zona.

La India y Pakistán se disputan la dividida región de Cachemira desde su independencia en 1947 del Imperio Británico, y han librado dos guerras y varios conflictos menores por ella.

La LoC fue establecida con el nombre de Línea del Alto el Fuego bajo los auspicios de la ONU en 1949 tras la primera guerra y en 1972, pasó a denominarse Línea de Control para subrayar su importancia.

A pesar de la declaración de alto el fuego en 2003, los enfrentamientos de bajo nivel entre las dos potencias nucleares son comunes.

Ambos países se acusan mutuamente de iniciar los ataques, y solo usar la violencia como respuesta.

Pero esa explicación no soluciona los problemas de los vecinos que conviven con los proyectiles.

Faisal Hussain cuenta a Efe como por la noche no enciende las luces de su casa, situada en el pueblo de Tana a 1,5 kilómetros de la LoC, por miedo a convertirla en blanco de los soldados indios.

El obrero de 65 años se refugia junto con su familia en uno de lo 400 búnkeres construidos en el sector por los militares paquistaníes cuando suceden enfrentamientos, lo que en el último par de años cada vez ocurre con más frecuencia.

Según los datos de Pakistán, en 2020 la India cometió 3.182 violaciones del alto el fuego, ataques en los que murieron 28 personas y 257 resultaron heridas.

La India, por su parte, sitúa los civiles muertos en los ataques paquistaníes el año pasado en 22 y en 71 el de heridos.

El brigada Mohamed Kashif asegura que la India recurre a las violaciones del alto el fuego para desviar la atención de sus problemas internos, especialmente de la tensa situación en la Cachemira india desde que en agosto de 2019 Nueva Delhi retirase el estatus de semiautonomía a la región.

Los militares paquistaníes acusan a los indios de atacar a civiles, mientras que ellos actúan de forma «profesional» y no disparan contra la población, dicen.

A pesar de todo los residentes de la zona insisten en que no se van de sus casas.

“Esta es nuestra casa, nuestra tierra. Nuestros antepasados vivieron aquí. Somos cachemires”, afirma Mohamed Faruck un vecino de la zona.

“No nos vamos”, concluye.

 

Jaime León EFE

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