Todo lo que puede pasar en un partido pasó en el Crypto Arena. Igual que a los Lakers les está pasando todo lo que les podría pasar en una temporada marcada por (muchos, muchísimos) errores propios y una cantidad ingente de mala suerte.

Como ya sabemos como son estas cosas, LeBron James miró la clasificación y le pareció excesivo estar con el peor récord de su carrera en el mejor equipo de la historia. Y decidió que la rodilla izquierda ya no le dolía tanto y que era hora de volver a jugar al baloncesto. Y, bien por tener razón o por la necesidad de forzar, los Lakers comieron y bebieron de su líder para conquistar un partido en el que llegaron a ir perdiendo de 21 puntos, pero también en el que iban ganando de 9 (108-99) a poco más de 2 minutos para el final. Una concatenación de locuras que tuvieron como epicentro la pésima actuación de un Russell Westbrook que ha tocado fondo. Esperemos.

Para no esperar algo así: la tortura del base está siendo casi excesiva en una temporada ardua y afanosa, bochornosa y denigrante. Westbrook ha declarado una y otra vez que tiene que seguir mejorando y que está focalizado en ayudar al equipo, siendo discreto con la prensa y sin poner excusas.

Sin embargo, son pocas las excusas que le podemos poner a una estrella estrellada, un jugador que se embolsará 44 millones de dólares este curso y que contará con una player option de 47 para el que viene. Una opción que a buen seguro ejercerá, ya que su valor en el mercado está bajando como las acciones de una empresa llena de productos podridos. Una temporada mala se ha convertido en una peor, segunda ausencia consecutiva del All Star con todo merecimiento y un juicio negativo constante por parte de la opinión pública, ese lugar en el que se ganan y se pierden las batallas que deciden las guerras.

Westbrook acabó el partido con 5 puntos, 4 rebotes, 6 asistencias, 1 robo y 1 tapón. Números flojos que empeoran si seguimos mirando el box score: 4 pérdidas, 1 de 10 en tiros de campo, 0 de 3 en triples y 3 de 7 en tiros libres (se mueve en torno al 80% durante su carrera). Y, si en lugar de las estadísticas miramos el partido, la sensación de angustia es todavía más grande: defensas flotantes casi vergonzosas, apatía, ningún tipo de actitud defensiva (ni ayudas, ni movimientos laterales y pasotismo para cubrir los cortes), indolencia, cierta tristeza y la sensación de que la estrella ha tocado fondo y no puede gestionar mentalmente lo que se le está viniendo encima. En el primer cuarto, el base anotó su único tiro de campo; en el segundo, 0 de 5 en tiros y 3 pérdidas que provocaron la debacle angelina. En uno de esos tiros suyos que no tocan ni aro, llegó la representación de la agonía, con el público del Staples Center (que ya no se llama así) abucheando a Russ, todo un suplicio en su ciudad natal. Frank Vogel todavía lo puso al final del tiempo reglamentario, pero se vio obligado a sentarle en la prórroga, independientemente del enfado (si es que lo hubo), del propio Westbrook, cuyo mantenimiento en pista era sencillamente imposible de justificar.

Los Lakers remontaron en el tercer cuarto con 18 puntos de Malik Monk (29 al final) y un parcial de 31-13. En el último cuarto y todavía con 110-106, Westbrook falló dos tiros libres. Barret (36 puntos, 8 rebotes y 5 asistencias) forzó la prórroga con un triple, pero los Knicks (24-29, a 1,5 victorias del play-in) cedieron en la prórroga. LeBron, en su retorno, hizo 29 puntos (10 en la prórroga), 13 rebotes y 10 asistencias. Anthony Davis fue un todoterreno: 28+17+2, con 3 robos y 4 tapones, para contrarrestar el buen partido de Randle (32+16+7, pero 5 pérdidas). Y los Lakers se salvaron de lo que podría haber sido una nueva derrota en medio del bochorno, con Bucks y Blazers como próximos rivales. Y todo esto, mientras se encrudece el debate de Westbrook.

 

Agencia

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