Roma.- «En Colombia hay pueblos indígenas que se mueren de hambre por el cambio climático», asegura a EFE en Roma la líder zenú Yohanis Amador, que, pese a todo, alaba las políticas públicas del país para los pueblos nativos, un reconocimiento que ha costado «lágrimas de sangre».
La psicóloga y representante del Resguardo Indígena de San Andrés de Sotavento Córdoba–Sucre, en el noreste del país, explica que las principales víctimas de la crisis medioambiental son las comunidades indígenas, obligadas a vivir al día por la precariedad de sus cultivos y la dificultad del acceso a la comida.
«En mi comunidad siempre estuvimos condicionados a que la Luna y el Sol nos dijeran en qué momento debíamos cultivar porque marcan la temporada de lluvias. Ahora, las épocas en las que nuestros abuelos y padres cultivaban ya no dan buenos resultados», se lamenta en la sede del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA).
Allí, comunidades indígenas de todo el mundo han debatido durante tres días, en la sexta reunión mundial del Foro de los Pueblos Indígenas (IFPI), sobre su papel en la lucha contra el cambio climático, la exclusión que sufren en los procesos de toma de decisión y su capacidad de liderazgo en la aplicación de soluciones.
«No tenemos los recursos económicos con los que salir a comprar las cosas mínimas que necesitamos para alimentarnos. Hay pueblos indígenas en Colombia que no pueden hacer ni las tres comidas diarias por culpa del impacto en los cultivos que está generando el cambio climático», detalló.
Sin embargo, la situación de las naciones indígenas de Colombia está lejos de ser la peor: en el archipiélago de Tuvalu, en el Pacífico, comunidades originarias enteras luchan por su identidad mientras se ven amenazadas por un aumento del nivel del mar que está borrando de la faz de la tierra sus islas de bajo relieve.
«Colombia es un referente internacional en cuestión de políticas públicas para los pueblos indígenas», afirma, aunque recuerda que «este reconocimiento ha costado sudor y lágrimas de sangre. En el camino muchos hombres y mujeres indígenas han muerto».
Con anteriores gobiernos había una «lucha constante», mientras que con el Ejecutivo de Gustavo Petro «se han abierto nuevos espacios e incorporado indígenas en cargos de decisión, aunque aún se debe seguir luchando».
Queda también por delante mucho trabajo en cuestiones como la igualdad efectiva de derechos entre los hombres y las mujeres indígenas, tanto en Colombia como en otros países de Latinoamérica.
«Colombia siempre ha estado liderada por hombres. Para las mujeres llegar a espacios de toma de decisiones ha sido difícil. Con el tiempo algunas se han convertido en empresarias, han llegado al Gobierno y al Senado, pero todavía muchos de los roles de poder indígena están dirigidos por hombres», deplora Amador.
En ese contexto, es especialmente preocupante el aumento de feminicidios en América Latina, también en las comunidades aborígenes. Por ejemplo, en México, se destapan cada vez más «relaciones en las que las mujeres indígenas sufren muchísima violencia dentro de la pareja, son lastimadas y asesinadas», explica a EFE la representante en el IFIP del pueblo Ayuujk de Tlahuitoltepec (Oaxaca, centro de México), Liliana Vianey Vargas.
La igualdad de género y el papel de la mujer indígena ha sido uno de los temas abordados en la reunión del IFPI, una plataforma del FIDA creada en 2011 para que los representantes de distintos pueblos originarios de todo el planeta puedan formular peticiones a este organismo de la ONU que buscan concretarse en políticas públicas.
Sin embargo, estas reuniones no siempre logran los resultados deseados, como lamenta Amador, pues en los 12 años de vida del organismo ve «pocos resultados concretos».
«Ya es hora de que desde los organismos internacionales se implanten acciones específicas para mejorar la calidad de vida y respetar los derechos de los pueblos indígenas de todo el mundo», pide la psicóloga indígena.
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