“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes a tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».

“Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana, Venezuela

La Iglesia universal celebra hoy la Fiesta, entre otros santos, en honor a San Luis Gonzaga, religioso. Patrón de la Juventud Católica, nació el 9 de marzo de 1568 en Lombardía. En su adolescencia, decidió ingresar a la Compañía de Jesús, pese a la rotunda negativa de su padre, que soñaba para él una exitosa carrera militar. Murió el 21 de junio de 1591, a la edad de sólo 23 años.

En la liturgia del día meditamos los textos: 2Cor 9,6-11; Sal 111 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Mateo, capítulo 6, del verso 1 al verso 18. en el que, se destaca la explicación que JESÚS da sus interlocutores sobre las prácticas de piedad, es decir el ayuno, la limosna y la oración, muy arraigadas en la comunidad judía y de otros pueblos vecinos, y a las cuales el Maestro le da un vuelco en su observancia, porque son el fundamento de la religiosidad y de la espiritualidad de sus seguidores.

Ya que, las obras más nobles pueden perder su valor si la hacemos solo para agradar a los demás. Si oramos y ayunamos, no para encontrarnos con DIOS, sino para que lo aprueben los demás, nuestra oración es vana; si hacemos limosna, no como acto de misericordia que brota de nuestro corazón, sino para que los demás sepan que somos misericordiosos, entonces en realidad no damos testimonio de misericordia sino de orgullo y de vanidad.

Porque el reconocimiento por parte de las personas favorece la autoestima y nos motiva a ser cada vez mejor. Sin embargo, cuando las cosas se hacen únicamente buscando reconocimiento o aprobación, terminamos haciendo lo que otros quieren y no lo que en realidad nosotros mismos nos proponemos. Cuando dejamos que los demás tomen las riendas de nuestras vidas, estamos menospreciando la libertad que DIOS nos ha regalado y estamos yendo en contravía de nuestro propio desarrollo espiritual que en vez de acercarnos a DIOS, nos aleja de ÉL.

Al confrontarnos con el texto podemos comprender que, ayuno, limosna y oración son tres experiencias que han sido transformadas para siempre por JESÚS, y que si seguimos al pie de la letra sus indicaciones nos ayudarán a tener un corazón libre de las ataduras circunstanciales de la comida, de las posesiones materiales y de la elaboración de dioses a nuestras medidas. 

Por eso es que cuando intentamos vivir el ayuno, la solidaridad y la oración, con plena libertad, ellas se transforman en vínculos de vida, de allí que hoy es el día para preguntarme: ¿A la hora de practicar el ayuno, la caridad y la oración, sigo las pautas de JESÚS o por el contrario las haga para que quienes me rodean se enteren y así ganarme el reconocimiento de ellos?

 Señor JESÚS, Tú que nos has enseñado a mantener en secreto cada una de nuestras prácticas de piedad, ayúdanos a orar correctamente y así obtener la fortaleza espiritual necesaria para abstenernos de todo lo que daña y compartir en secreto la abundancia de dones y gracias que Tu nos das.

Amén

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