Roma.- Ir al mercado y encontrar a un productor local que venda su propia cosecha no siempre es lo habitual, aunque cada vez más ciudades están poniendo en común sus políticas para potenciar la agricultura de proximidad con miras a mejorar la alimentación.
Más de la mitad de la población mundial ya vive en núcleos urbanos y en 2050 se calcula que su proporción llegará al 66 %, hasta 6.000 millones de personas, lo que obliga a repensar su modelo de alimentación para que sea sostenible, como se propone el Centro Mundial para la Alimentación Urbana Sostenible (CEMAS), que se inaugurará mañana en la ciudad de Valencia (España).
En contraposición con los alimentos que viajan miles de kilómetros hasta abastecer a los mercados urbanos, los que ofrece el italiano Marco Aureli en su puesto del barrio romano de Testaccio los ha cultivado él mismo en las afueras de la capital.
Vende los últimos brócolis y coliflores del invierno que ha podido recoger junto a su padre y un ayudante -«se necesita tanto esfuerzo», dice-, mientras defiende la calidad de su género.
«La verdura que traigo por la mañana la recojo por la tarde, apenas doce horas antes. Es imposible encontrarla así de fresca en el mercado si no es viniendo de sus productores», afirma a Efe.
Su caso es casi una excepción en ese mercado, pero representa una tendencia -la de los productos de «kilómetro cero», obtenidos en un radio de menos de cien kilómetros- que está poco a poco recibiendo la atención de más responsables locales.
Kilómetro cero
En 2015 fue aprobado en la ciudad italiana de Milán el Pacto de política alimentaria urbana, al que se han adherido desde entonces 184 ciudades de todo el mundo.
Yota Nicolarea, experta del secretariado de ese acuerdo, destaca que durante más de dos décadas se emplearon enfoques sectoriales, pero «se ha demostrado la importancia de crear un contexto común y un marco de acción» de manera integrada.
En los últimos años los ayuntamientos firmantes del Pacto de Milán han intercambiado buenas prácticas o participado en talleres formativos, y algunos han recibido premios a la innovación, como Gante (Bélgica) por su gestión de los desechos, o a su labor en circunstancias difíciles, como Lima (Perú) por su programa de seguridad alimentaria.
Según Nicolarea, las ciudades europeas están trabajando por evitar el desperdicio de alimentos, mientras que el debate en América Latina se centra más en la organización de las grandes urbes en relación con la periferia.
En Norteamérica han surgido iniciativas institucionales para legislar el sector alimentario y en África y en Asia, con un nivel de desarrollo inferior, el interés se dirige más a fomentar la agricultura urbana y mejorar la distribución de alimentos.
«Ahora las ciudades son más conscientes de los sistemas alimentarios. Antes no lo veían así porque pensaban que funcionaban bien», aseguró la especialista.
Desfase
La alcaldesa de Túnez, Souad Abderrahim, la primera mujer al frente de una capital árabe, recordó en una reciente charla en Roma que la población urbana acapara cerca del 80 % de la producción alimentaria, lo que «causa a veces desfases y un impacto negativo en las ciudades y el ambiente».
Con más de un millón de habitantes y dos millones de transeúntes diarios, la capital tunecina ha visto multiplicarse los establecimientos que comercializan alimentos, ante lo que Abderrahim explicó que han creado nuevas normas de higiene y llevado a cabo más controles, entre otras acciones.
Reconoció que falta todavía regular mejor la gestión de las basuras, armonizar las políticas con los programas nutricionales y asociarse con otros actores.
Integración
Jamie Morrison, experto de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), instó a crear oportunidades económicas vinculando más las ciudades con las áreas rurales periféricas y las localidades más pequeñas, donde se concentra el 34 % de la población mundial.
La agencia se guía por ese principio y otros como la inclusión social, la sostenibilidad y la integración de los sistemas de alimentación, que está aplicando para apoyar la creación de huertos urbanos en Dakar (Senegal) y Praia (Cabo Verde), o cadenas cortas de suministro en Lusaka (Zambia).
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