“En aquel tiempo Jesús dijo a sus discípulos: No juzguen a los demás y no serán juzgados ustedes. Porque de la misma manera que ustedes juzguen, así serán juzgados, y la misma medida que ustedes usen para los demás, será usada para ustedes. ¿Qué pasa? Ves la pelusa en el ojo de tu hermano, ¿y no te das cuenta del tronco que hay en el tuyo?  Y dices a tu hermano: ¿Déjame sacarte esa pelusa del ojo, teniendo tú un tronco en el tuyo? Hipócrita, saca primero el tronco que tienes en tu ojo y así verás mejor para sacar la pelusa del ojo de tu hermano”.

Reflexión hecha por: Luis Perdomo. Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela

La Iglesia universal, celebra hoy la fiesta entre otros santos, en honor a San José María Robles Hurtado, sacerdote, escritor, fundador y mártir mexicano. Nació en la ciudad de Mascota, Jalisco, el 3 de mayo de 1888, festividad de la Santa Cruz. El 26 de junio de 1927 fue asesinado, ahorcado en la parte más alta de la sierra de Quila, Jalisco, México, a causa de la Guerra Cristera. Fue canonizado por San Juan Pablo II, el 21 de mayo del año 2000 junto con los otros santos mártires cristeros.

En la liturgia diaria meditamos los textos de: Gen 12,1-9; Sal 32 y el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Mateo capítulo 7, del verso 1 al verso 5, En el que nuestro Señor JESUCRISTO, expone a sus discípulos una norma existencial para la vida del cristiano y que desde la constitución de las primeras comunidades hasta nuestros días ha sido un mandato bien difícil de observar: no juzgar, es decir no hacernos jueces de nuestro prójimo.

Y es que lamentablemente, la mayoría de los seres humanos concebimos como muy natural sentir repulsión por los defectos y pecado de los demás y nos presentamos como expertos en descubrir actitudes, acciones y palabras que no concuerdan con lo que consideramos bueno y justo. Somos rigorosos e inflexibles ante los demás, pero muy pocas veces usamos esa misma inflexibilidad con nuestros procederes. A menudo juzgamos y condenamos a otros con el solo fin de presentarnos como los más justos e impolutos.

Frente a esa actitud JESÚS nos Revela la unidad profunda de todo y todos en DIOS. Para hacernos entender que, cuando negamos a otros la Misericordia para tratar de tapar nuestros errores y falsos procederes, nos alejamos de DIOS y de su Proyecto de Humanidad y somos nosotros los que perdemos.

Al confrontarnos con el texto y ver que el desarrollo de los diversos ambientes en los que nos desenvolvemos, ya sea en la familia, en el trabajo, en los partidos políticos, en las cámaras de comercio, en los colegios profesionales y hasta en grupos pastorales de las distintas iglesias, nos reunimos para hablar mal de los demás y alardear de la supuesta mejor conducta de sus miembros. Teniendo en cuenta que unos pocos se sentarán en el banquillo de los acusados, pero la mayoría de sus miembros optará por sentarse en el lugar del juez, del fiscal o del jurado. Es como si quisiéramos hacer el examen de conciencia de los demás y no el nuestro, que es del que en realidad somos responsables.

Viendo esa fotografía, podemos afirmar que esa actitud es una expresión de hipocresía y no corresponde a la enseñanza del Evangelio, que nos pide no menospreciar, sino acoger a nuestros hermanos. Ya que el Evangelio nos llama a adentrarnos en la lógica del AMOR cristiano, solidario y universal. En esta lógica el otro nunca será inculpado de desconocido o sometido a inexplicables juicios, sino que será valorado como persona en sus posibilidades y límites, es decir en su capacidad de discernir y actuar con libertad.

Así podemos entender que JESÚS con Sus Palabras nos pide que nos preocupemos más de nuestra propia Conversión y menos de los demás, pues eso es obra de DIOS, porque a los otros los ayudaremos en su Conversión, no tanto con nuestras palabras y críticas, sino de acuerdo a como los tratemos a ellos y a como aceptemos el Mensaje de Amor de JESÚS haciéndolo realidad en nuestra relación comunitaria. Por eso es que, hoy es el día para preguntarnos: ¿Hacemos con frecuencia un examen sincero de nuestra conciencia? ¿Estamos dispuestos a reconocer y a corregir nuestros errores, más que los errores de los demás?

Señor JESÚS, perdona nuestras soberbias y concédenos un corazón humilde y abierto para reconocer nuestros propios errores y estar dispuestos a caminar en una auténtica y continua conversión, aceptando los errores y las equivocaciones de nuestros hermanos, tal como Tú aceptas las nuestras.

Amén

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