Bogotá.- El aumento del conflicto social en Colombia era previsible tras la firma del acuerdo de paz con las FARC, asegura el general retirado de la Policía y exvicepresidente Óscar Naranjo, quien considera que ese instrumento abrió posibilidades de diálogo con quienes reclaman inclusión.
«Superado ese conflicto armado era previsible que la conflictividad social creciera, (y) ya no se expresaría por vía de las armas», afirma en una entrevista con Efe Naranjo, elegido en 2010 el «mejor policía del mundo» y quien acaba de publicar «Se creían intocables» (Planeta), libro en el que narra las operaciones para atrapar a los jefes de 10 de las más peligrosas organizaciones criminales del país.
En la entrevista virtual subraya que en el acuerdo de paz «quedaron consignados mecanismos e instrumentos que deben implementarse para abrir canales de comunicación para transformar la protesta social, esa que se hacía armada, en una protesta social pacífica».
Naranjo, que también fue miembro del equipo negociador del acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC y vicepresidente de Colombia entre 2017 y 2018, considera que sin conflicto armado las autoridades deben enfrentar la protesta de «manera diferencial».
Las manifestaciones contra la política social y económica del Gobierno colombiano, que comenzaron el pasado 28 de abril y durante más de 50 días sacudieron al país, volverán este 20 de julio con motivo del Día de la Independencia, según convocatorias de sindicatos.
GRITO DE INCLUSIÓN
Naranjo conecta lo que sucede en Colombia con las protestas de hace once años de la «primavera árabe» y señala que esos estallidos sociales se regaron por el mundo y «finalmente Latinoamérica no podía ser ajena a esa indignación global de ciudadanía que está reclamando que la política y las instituciones respondan con mayor efectividad a sus demandas».
«En el caso colombiano esa indignación ciudadana se ha visto multiplicada por las consecuencias de la pandemia que ha empobrecido al país, por efectos de los confinamientos, por el efecto del aislamiento y por un acumulado que tiene que ver mucho con la exclusión», sostiene.
Y añade: «Diría que hoy este llamado estallido social colombiano es un grito de inclusión, más que otra cosa, para que el Gobierno, las instituciones y la sociedad escuchen y dialoguen, especialmente con los jóvenes que se sienten excluidos de los circuitos políticos, económicos, educativos, empresariales, y en general manifiestan esa rabia en las calles».
SIN ASPIRACIONES POLÍTICAS
De otro lado, Naranjo asegura tajantemente que no tiene aspiraciones políticas de cara a las elecciones presidenciales de 2022, pues asegura que lo que tiene es «vocación de servicio público».
Confía en que al final de la próxima campaña electoral que aún no comienza oficialmente, los «líderes políticos que se enfrentan derroten el miedo como el instrumento que en el pasado y durante el conflicto armado, les permitió movilizar los consensos electorales y políticos».
Por eso, asegura que llegó la hora de superar el miedo y de reemplazarlo por un mensaje que «cree confianza en el futuro y que realmente traiga de regreso a la vida de los colombianos la esperanza de un país mejor».
CAÍDA DE UNA GENERACIÓN DE CRIMINALES
En el libro «Se creían intocables», Naranjo detalla la forma en la que cayeron algunos de los más peligrosos delincuentes que comandaban aparatos criminales del narcotráfico, las autodefensas y otros grupos armados.
Fueron, dice, operaciones de altísima cirugía, con el mínimo grado de letalidad, que combinaron las más simples y sofisticadas tácticas y capacidades de investigación.
«Realmente estas historias son el acumulado muy resumido del gran esfuerzo y sacrificio colombiano en la lucha contra esta tragedia que ha significado para Colombia el narcotráfico», puntualiza.
De esas acciones destaca la que llevó a la captura en Brasil de Juan Carlos Ramírez Abadía, alias «Chupeta».
Ramírez Abadía, uno de los principales jefes del cartel del Norte del Valle, heredero del cartel de Cali, fue capturado en 2007 en Sao Paulo pese a haberse sometido a cirugías plásticas para modificar su rostro y fue extraditado al año siguiente a Estados Unidos.
A alias «Chupeta» le fueron incautados más de 71 millones de dólares en efectivo que tenía ocultos en escondites, la suma de dinero más grande decomisada a un narcotraficante en Colombia.
Ovidio Castro Medina EFE
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