Ciudad Guayana.- La percepción de sonido se produce cuando las vibraciones de los sonidos entran en nuestro oído y hacen que unas pequeñas estructuras pilosas, llamadas células ciliadas, se muevan hacia delante y hacia atrás.
Estas células pilosas transforman ese movimiento en señales eléctricas que el cerebro es capaz de procesar.
La calidad de la audición de una persona depende de lo intactas que estén dichas células pilosas. Cuando las perdemos no se regeneran, seamos o no invidentes. Por tanto, físicamente las personas ciegas no escuchan mejor que otras.
Sin embargo, las personas ciegas suelen ser más eficientes que las videntes en ciertas tareas auditivas como, por ejemplo, en la localización del origen de los sonidos. El motivo lo encontramos cuando profundizamos en el estudio de los órganos sensoriales, en el funcionamiento del cerebro y en cómo se procesa la información sensorial.
La percepción se da cuando el cerebro interpreta las señales que envían nuestros órganos sensoriales. La información que proviene de órganos diferentes es interpretada por diferentes partes del cerebro.
Existen zonas que procesan la información visual (el córtex visual) y zonas que procesan la información sonora (el córtex auditivo). Pero cuando se pierde un sentido, como la vista, el cerebro hace algo extraordinario: reorganiza las funciones de estas zonas cerebrales.
En personas invidentes, el córtex visual se “aburre” cuando no le llega información visual, y comienza a recablearse. Como consecuencia, se vuelve más sensible a la información proveniente de los sentidos restantes. Por tanto, cuando las personas pierden la visión, aumenta su capacidad de procesar información de los otros sentidos
El alcance de esta reorganización del cerebro depende de en qué momento se haya perdido la vista. El cerebro puede reorganizarse en cualquier etapa de la vida, incluyendo la edad adulta, pero durante la infancia es más fácil que se adapte a los cambios.
Esto se debe a que, durante la infancia, el cerebro se encuentra aún en desarrollo y la nueva estructura cerebral no tiene que competir con otra preexistente.
Por tanto, las personas que se quedaron ciegas a una edad temprana muestran una mayor capacidad de reorganización cerebral.
Las personas que se quedan ciegas en una etapa temprana tienden a rendir mejor en tareas de percepción del oído y del tacto que las personas videntes o que las personas que han perdido la visión en una etapa vital posterior.
Ecolocalización
Esta reorganización del cerebro hace que algunas personas invidentes sean capaces de utilizar los sentidos restantes de maneras muy interesantes. Por ejemplo, algunas personas ciegas aprenden a percibir la localización y el tamaño de los objetos que tienen a su alrededor usando la ecolocalización.
Algunos invidentes pueden localizar los objetos que les rodean produciendo chasquidos con la boca y escuchando su eco. Esta habilidad está muy ligada con la actividad del córtex visual.
De hecho, el córtex visual de los ecolocalizadores invidentes responde a la información auditiva prácticamente de la misma forma que el córtex de los videntes a la información visual. En otras palabras, en el cerebro de los invidentes el sentido del oído ha reemplazado ampliamente al de la vista.
Pero no todas las personas invidentes se convierten automáticamente en expertos en ecolocalización. Que una persona invidente sea capaz de desarrollar esta habilidad depende del tiempo empleado en aprenderla y entrenarla.
Si entrenan, las personas videntes también pueden desarrollar esta habilidad, pero solo las personas ciegas se beneficiarán de esa reorganización que ha sufrido su cerebro y percibirán mejor el resto de los sentidos. Como los invidentes dependen de los sentidos restantes para las tareas diarias, los tienen más desarrollados.
Agencia
¡Síguenos en nuestras redes sociales y descargar la app!