Seguramente has escuchado “ataque de pánico” en más de una ocasión. De hecho, algunos estudios proponen que un tercio de la población vivirá al menos un ataque de pánico. Quizá por eso, la gente suele utilizar mucho este concepto para expresar cómo se sintieron o cómo temen sentirse, pero ¿será siempre el significado correcto del término?

Un ​​ataque de pánico ocurre en condiciones específicas, con ciertos contextos y de cierta manera, y por lo tanto puede evitarse con algunas herramientas. Te contamos más.

¿Qué es un ataque de pánico?

De raíz, un ataque de pánico es la reacción del cuerpo ante el miedo, pero de una manera exasperada. Todo comienza con la amígdala, la parte del cerebro encargada de procesar el miedo. Cuando la amígdala detecta una amenaza, estimula al sistema nervioso parasimpático, el cual activa la liberación de adrenalina. Por su lado, la adrenalina aumenta el ritmo cardiaco y el de la respiración para enviar sangre y oxígeno a los músculos de los brazos y las piernas.

Esto también manda más oxígeno al cerebro, haciéndolo más responsivo y activando un estado de alerta en él. Sabemos que el cerebro es particularmente sensible a los estados de alerta del cuerpo, por eso es importante cuidarlo mucho, por ejemplo, haciendo ejercicio que puede mejorar la salud de tu cerebro.

Cuando toda esta cadena de estímulos ocurre como consecuencia de un ataque de pánico, todos estas reacciones ocurren de forma más intensa de lo que sería necesario para una reacción normal ante la amenaza. Por eso, pueden causar que el corazón lata muy fuerte, que la respiración se agite más de lo normal y que la circulación se vea afectada, causando una sensación de adormecimiento en piernas y manos.

Un ataque de pánico suele llegar a su cima a los 10 minutos aproximadamente. Algo que para las personas con ansiedad (si sospechas que eres una de ellas, puedes revisar cómo son sus síntomas) se puede sentir como una eternidad.

Luego, el córtex prefrontal toma control por encima de la amígdala y libera una hormona llamada citicolina, la cual disminuye el ritmo cardiaco y baja el ataque de pánico poco a poco.

Aunque sin duda es un tema del que puede ser incómodo hablar, además de que una vez que lo has experimentado sabes bien que no quieres repetir esta vivencia, las problemáticas del miedo y la ansiedad deben hablarse con naturalidad. Sobre todo porque así podremos prevenir algunos de sus efectos, como puede ser el caso de un ataque de pánico.

¿Cómo evitar un ataque de pánico?

Las dos recomendaciones principales para evitar ataques de pánico se asocian más con la idea de controlar por completo o de manera general a la ansiedad. Una de ellas es mediante terapia cognitiva conductual, la cual brinda muchas herramientas para que las personas aprendan a controlar sus emociones. Y la otra es mediante el consumo de antidepresivos, los cuales pueden funcionar de maneras distintas, pero en general tienen el efecto de ayudar a las personas a disminuir la intensidad de sus emociones.

Con los antidepresivos, casi la mitad de las personas recaen luego de dejar de tomarlos, así que la terapia es mucho más recomendable en ese sentido.

Por otro lado, es importante que las personas que sienten mucha ansiedad y que experimentan ataques de pánico también procuren hacer ejercicio (por ejemplo, la natación se recomienda para controlar la ansiedad), dormir bien y comer bien. Esto ayuda a reducir la ansiedad de manera constante.

Al momento de un ataque de pánico, lo mejor que se puede hacer es concentrarse en los objetos que ves a tu alrededor, tocar, oler y sentir las cosas que te rodean, hacer ejercicio intenso, meterse a bañar o concentrarse en respirar con calma. Sobre todo, es importante recordar en ese momento que la sensación de peligro es pasajera y que estarás bien pronto. 

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