Combo de fotografías de archivo que muestra al el oficialista Sergio Massa y el libertario Javier Milei. EFE/ Archivo

La relación de Argentina con sus principales socios comerciales, Brasil y China, y con el Vaticano, sede del primer papa argentino, está en juego en la segunda vuelta presidencial, ya que mientras el candidato oficialista promueve la continuidad, el opositor busca centrarse en Estados Unidos e Israel.

El líder de La Libertad Avanza (ultraderecha), Javier Milei, dijo en campaña que, si gana, Brasil y China seguirán siendo socios comerciales del sector privado, pero que el Estado no negociará con ellos porque son «comunistas».

«¿Qué problema hay si no hablo con (el presidente de Brasil) Lula?», preguntó Milei en el último debate preelectoral.

Por el contrario, el candidato oficialista, Sergio Massa, exhibe el apoyo que le dio Luiz Inácio Lula Da Silva esta semana en redes sociales -como otros líderes progresistas-, cuando el brasileño pidió que los argentinos recuerden la necesidad de un presidente que «aprecie la democracia» y que «valore las relaciones» bilaterales.

Un tercio del comercio exterior de Argentina en 2022 fue con Brasil y China. «Todo ese comercio», se defendió Milei, «va a seguir», si bien resaltó que esas relaciones «las establecen los privados».

Mercosur

La postura del candidato de Unión por la Patria (peronismo) es que Argentina debe «tener relaciones con todos los países» y «los mercados» que le abran los brazos, al indicar que el país tiene oportunidades como proveedor de alimentos, energía, minerales raros y servicios de la industria del conocimiento.

Pero el libertario explica que «el Estado no tiene que interferir en las relaciones comerciales», «no tiene que decir con quién» comercializar o no: «Es un estorbo».

El «mejor ejemplo» para Milei de lo que argumenta es la situación del Mercosur, que «está atascado», afirmó recientemente, después de que en campaña propusiera eliminar la unión aduanera entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.

«Creo en una Argentina libre, en individuos libres que puedan comercializar con todos los que quieren», defendió Milei, quien aseveró: «No tiene que estar metiéndose el Estado, porque cada vez que se mete el Estado genera corrupción».

China y Estados Unidos

Massa -al que se considera cercano a Estados Unidos, pero ha negociado un ‘swap’ de monedas con China- no distingue entre naciones, ya que su equipo defiende el ingreso al grupo de economías emergentes de los BRICS (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica), que invitó a Argentina a sumarse desde 2024.

En cambio, Milei planteó que se alinearía con «Estados Unidos, Israel y el mundo libre» y que no promovería relaciones con Venezuela, Cuba o Nicaragua.

«Como Estado no estoy dispuesto a plantear relaciones con aquellos que no respetan la democracia liberal, que no respetan las libertades individuales, que avanzan sobre los individuos y que no respetan la paz. Con esos no quiero saber nada», afirmó.

Vaticano y Malvinas

Otra relación en juego es con el Vaticano, en la que Milei ha planteado polémicas posturas.

Milei ha pedido reiteradas disculpas por haber dicho del papa, entre otras cosas, que es el «representante del mal en la Tierra» y, después de que un integrante de su partido propusiera romper relaciones con la Santa Sede, ahora dice que está dispuesto a recibirlo con «los honores» de jefe de Estado.

Massa afirmó en el debate que trabajará para que Francisco visite en 2024 Argentina, su país natal, al que no volvió desde que fue nombrado pontífice.

Otra polémica de Milei que intenta explotar Massa es el reclamo de soberanía de las islas Malvinas.

En campaña, Diana Mondino, referente del libertario en Relaciones Exteriores, defendió en una entrevista que «los derechos de los isleños van a ser respetados», lo que el oficialismo interpretó como la falta de consideración del archipiélago como territorio argentino.

Para Massa, la ‘causa Malvinas’ es «irrenunciable» y obligó a Milei a aclarar que va a «agotar todas las instancias diplomáticas para que vuelvan a ser argentinas», pero defendió la figura de Margaret Thatcher, primera ministra británica durante la Guerra de las Malvinas (1982), «enemiga de Argentina», según su rival.

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