Londres.- La decisión del Reino Unido de retrasar hasta las doce semanas la segunda dosis de la vacuna contra el coronavirus divide a los expertos entre quienes lo ven como un plan pragmático ante la emergencia y los que la consideran una apuesta demasiado arriesgada.
La Sociedad Británica de Inmunología respalda el plan como una solución aceptable a corto plazo dada la «situación sin precedentes» que ha generado la pandemia, aunque subraya las incertidumbres de una estrategia para la que no ve evidencias concluyentes en los ensayos clínicos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta sobre la ausencia de pruebas definitivas, aunque acepta posponer la segunda dosis hasta seis semanas en circunstancias excepcionales, una demora máxima similar a la que permite la Agencia Europea del Medicamento (EMA, en inglés) y la mitad de lo previsto por el Reino Unido.
¿Qué pruebas avalan el retraso?
En los ensayos clínicos, la segunda dosis de la vacuna de Pfizer se inoculó 21 días después de la primera, mientras que la de Moderna se espació 28 días.
AstraZeneca incluyó diversas programaciones y sus resultados sugieren que una espera de dos o tres meses puede generar una mayor respuesta inmune, si bien algunos científicos advierten que los grupos en los que se probó esa dosificación eran reducidos.
Un estudio publicado en la revista «New England Journal of Medicine» en diciembre sugiere que la eficacia de la vacuna de Pfizer-BioNTech es del 52,4 % en el periodo de 21 días entre la primera y segunda dosis.
Un informe del sistema público de salud de Inglaterra resalta sin embargo que la mayoría de los contagios que se registraron tras la primera dosis corresponden a los diez primeros días desde la inoculación y estima que es a partir de la décima jornada cuando la eficacia comienza a subir.
Según sus cálculos, la eficacia del preparado de Pfizer contra la «COVID-19 sintomática» entre los días 15 y 21 tras la primera dosis alcanza el 89 %, lo que refuerza su creencia de que la inmunidad es sólida tras la primera inyección.
¿Qué piensan los expertos?
«Si contáramos con recursos ilimitados, en cuanto a vacunas y profesionales aptos para aplicarlas, no hay duda de que sería mejor ceñirse a las dosis que se utilizaron en los ensayos clínicos», señaló Stephen Evans, profesor de Farmacia y Epidemiología en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
Este experto reconoce, sin embargo, que «todas las opciones presentan algún problema».
Alessandro Siani, investigador de la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad de Portsmouth, afirmó por su parte que «retrasar la segunda dosis es hacer una gran apuesta», algo que considera «difícil de justificar, dadas las circunstancias».
«Mientras que una sola dosis asegura cierta protección a los individuos que la reciben, no ofrece el máximo nivel de protección posible, ni evita por completo la posibilidad de transmisión asintomática», explicó Siani.
«Cualquier desviación de los protocolos de vacunación que se probaron durante los ensayos clínicos equivale a disparar en la oscuridad. Sencillamente, no sabemos si retrasar la segunda dosis puede garantizar la misma efectividad que la que se logró en esas pruebas», agregó.
¿Cuáles son los riesgos?
La principal incertidumbre es determinar hasta qué punto la primera dosis contribuye tanto a evitar casos sintomáticos de la COVID-19 como a reducir la transmisión del virus a medio y largo plazo.
Los expertos subrayan además los problemas logísticos que puede generar el retraso de la segunda dosis, dado que tres meses después de la primera inyección algunas personas pueden no presentarse a la siguiente cita, o bien pensar que la primera dosis ya es suficiente para estar inmunizados.
Algunos científicos, como el virólogo de la Universidad Rockefeller Paul Bieniasz, han sugerido además que una inmunización parcial de la población puede favorecer la aparición de mutaciones resistentes a las vacunas.
¿Qué han hecho otros países?
Diversos Estados europeos han evaluado la posibilidad de seguir los pasos del Reino Unido y retrasar la segunda dosis de la vacuna para acelerar el proceso de inmunización de su población.
El Gobierno francés ha descartado esta semana espaciar las inyecciones de la vacuna de la farmacéutica Pfizer más allá de las semanas estipuladas en el prospecto debido a la falta de consenso científico sobre su eficacia, una decisión que ya había tomado antes Alemania, entre otros.
Países Bajos, en cambio, ha optado por retrasar la inoculación de algunas de las segundas dosis hasta seis semanas, al considerar que hay indicios que sugieren resultados positivos dentro de ese intervalo.
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