El acto de conducir un automóvil, símbolo de independencia y libertad durante décadas, se transforma en un riesgo creciente a medida que el reloj biológico avanza.
Un reciente estudio internacional, desarrollado en conjunto por la Fundación Mapfre y el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau en Barcelona, ha puesto cifras y contextos a una realidad inevitable: el declive de las capacidades cognitivas y su impacto directo en la seguridad vial.
Tras analizar a una población mayor de 65 años, los investigadores concluyeron que la edad promedio en la que las personas suelen dejar de conducir es a los 75 años, explica La Nación.
Aunque el envejecimiento afecta a cada individuo de manera distinta, el informe subraya que el deterioro cognitivo a esta edad comienza a comprometer seriamente la seguridad, no solo de quien maneja, sino de peatones y otros conductores.
La influencia del entorno familiar
La transición de conductor a pasajero rara vez es un proceso autónomo. Según los datos recolectados, el 45% de los adultos mayores que abandonaron el volante lo hicieron debido a la presión o sugerencia directa de sus familiares.
Este dato se complementa con la perspectiva de los allegados: el 74% de las familias afirma que la decisión no fue voluntaria, sino una medida de protección necesaria.
Entre las razones médicas que motivan este retiro, el deterioro cognitivo lidera la lista con un 61% de los casos según los familiares, seguido por dificultades físicas (35%) y diagnósticos específicos de demencia (17%).
Por su parte, los conductores admiten que problemas de memoria (36%) y la falta de fuerza o reflejos para controlar el vehículo (32%) fueron factores determinantes.
El duelo por la autonomía perdida
Más allá de la seguridad, el estudio hace hincapié en el profundo impacto emocional que esta decisión conlleva. Para el 41% de los encuestados, dejar de manejar fue una experiencia profundamente negativa, asociada a sentimientos de inutilidad y frustración.
Frases como “ya no soy el mismo” o “mi familia no confía en mí” reflejan la crisis de identidad que atraviesan muchos adultos mayores al perder su independencia de traslado.
Ante este panorama, los expertos recomiendan un acompañamiento emocional cercano. El cese de la conducción implica un cambio drástico en la rutina diaria, por lo que el apoyo del entorno es vital para evitar el aislamiento y la depresión en esta etapa de la vida.
Consejos para una transición segura
Para aquellos que aún se encuentran activos frente al volante, el informe y la Dirección General de Tráfico (DGT) sugieren medidas preventivas estrictas. Además de cumplir con los controles psicofísicos legales, se recomienda:
- Limitar la conducción: Evitar horarios nocturnos, horas pico y días con clima adverso (lluvia o niebla).
- Revisión farmacológica: Consultar con médicos sobre los efectos secundarios de medicamentos que puedan causar somnolencia o lentitud de reflejos.
- Copilotos de confianza: Viajar acompañado para contar con un segundo par de ojos en el camino.
Finalmente, el estudio insta a mantener canales de comunicación abiertos y honestos entre los adultos mayores, sus médicos y sus familias para garantizar que el retiro de la vía pública sea una decisión basada en la seguridad y el respeto a la dignidad del individuo al volante.
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