Bogotá, Colombia.  El escritor español Alejandro Morellón Mariano cerró su cuenta de Twitter y abandonó el ruido de las redes sociales al darse cuenta de la «distorsión del panorama literario» que generan y el «amiguismo» en el que «si yo te nombro tú me nombras, si te retuiteo, tú también».

Morellón (Madrid, 1985), obtuvo en 2017 el galardón por su cuento «El estado natural de las cosas», en el que refleja «con gran exactitud nuestras preocupaciones cotidianas».

El escritor, que visitó Bogotá después de participar en el XV Hay Festival de Cartagena de Indias, considera que «hay una endogamia y los amigos de los amigos se apoyan, pero si luego hay odios hablan mal de ti».

«Como en otros gremios, abarcamos celos, envidias e inseguridades que también pueden reflejarse en las redes sociales», añadió Morellón.

DESEO DESBOCADO

El dinero del premio más importante de cuento en lengua castellana le permitió dejar su puesto de librero en Madrid y «ganar tiempo» para dedicarse a la escritura, tiempo que se ha solidificado en la publicación de su primera novela, «Caballo sea la noche» (Candaya Narrativa, 2019).

«El caballo es una alegoría del deseo desbocado e irrefrenable, de un anhelo al que no puedes ponerle riendas. En ‘Caballo sea la noche’ existe un deseo indomable y la noche representa el espacio de incertidumbre donde no se sabe cómo liberarlo», subrayó el escritor.

El libro narra la convivencia entre Alan y su madre, Rosa, sobre los que se cierne una historia familiar turbulenta de la que intentarán redimirse, liberarse y restablecer sus lazos con el mundo más allá de la casa, el único espacio de la novela donde van transitando los recuerdos de los protagonistas.

La novela funciona como un plano secuencia casi sin puntuación y con un ritmo trepidante que conjuga las frases largas y la prosa poética para «que el lector intuya la claustrofobia: si los personajes no son capaces de salir de la casa tampoco lo serán ellos».

IDENTIDAD Y MEMORIA

Morellón indaga en la psicología de la víctima porque le gusta «jugar» con su identidad y en esa búsqueda se pregunta «en qué medida alguien puede asumir que es una víctima o decide creer que es un poco culpable para no reconocer una realidad más dura como que la persona que más quieres ha ejercido violencia sobre ti».

«¿Quién es el dueño de la herida, el que la inflige o el que la sufre?», reflexiona.

Las experiencias que vivimos definen nuestra identidad, un tema que siempre le interesó al escritor, el pensar «cómo nos explicamos a nosotros mismos quiénes somos en base a las acciones que tomamos y nuestro papel en esa maraña de accidentes».

«La memoria es algo muy ineficaz en el sentido en que va perdiendo validez y cuando tú no puedes recordar bien entonces imaginas, estás imaginando tu pasado, es un tema de la identidad versus la memoria, cómo se retroalimentan y a veces se contradicen», agregó.

ABANDONO DE LA VIDA ANACORETA

El escritor abandonó «su vida de anacoreta» y se rodeó la semana pasada en el Hay Festival de Cartagena de Indias de escritores noveles con quienes compartió «obsesiones e ideas sobre el proceso creativo» que le demostraron que «escribir no es una actividad solitaria».

«Al salir de tu cuarto, abandonar la vida anacoreta y permitirte hablar con otros autores se rompe la barrera del silencio, de la soledad, para darte cuenta que en realidad no estás solo», concluyó el autor.

EFE

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