Caracas.- Más de 7 millones de migrantes venezolanos pueden ahora pasearse por cualquier zona de Caracas, aun viviendo en Yakarta, gracias a una web que, entendiendo la nostalgia del destierro, reunió los sonidos de las guacamayas o las motos, típicos de la capital caribeña, y los puso a disposición del mayor éxodo de América.

Quienes se marcharon del país petrolero extrañan hoy las comidas, las personas, los lugares, el clima, y hasta los sonidos con los que crecieron, que ahora, con esta representación audiovisual llamada Caracas Soundscape y desarrollada por la arquitecta venezolana Valeria Escobar, pueden recuperar.

Para algunos, según han expresado en Twitter, este mapa sonoro «agita» las emociones y «toca fibras» de nostalgia, mientras otros aseguran haber llorado al poder transportarse mentalmente a la zona donde vivieron, después de escuchar los ruidos que les fueron habituales por muchos años.

En el sitio se pueden encontrar 17 categorías de sonidos, entre ellos los de las coloridas guacamayas que planean reinantes sobre el tráfico capitalino, así como los de las guacharacas, loros, helicópteros, ranas, construcciones, música, vendedores y las motocicletas, que son más de un millón en la ciudad.

También hay ruidos de disparos, infaltables en el paisaje sonoro de esta urbe que en el pasado lideró las estadísticas mundiales de asesinatos, una de las razones que alentaron la migración masiva.

EL SONIDO COMO IDENTIDAD

Escobar, quien actualmente vive en Bogotá, señaló a EFE que la idea de este mapa surgió, principalmente, del interés que tiene por el «entorno construido de la ciudad» como un hecho social, por ser arquitecta, y también por su formación en el área de la música.

«El paisaje sonoro es fundamental, el sonido siempre está presente, afecta cómo nos relacionamos, la identidad de las personas y las ciudades», sostuvo.

A su modo de ver, no hubo una relación directa entre esta plataforma y su propia experiencia como migrante, aunque cree que quizá de forma inconsciente la lejanía con la ciudad en la que nació la motivó a construir este paisaje.

«Originalmente no lo pensé así (por la migración), mi idea era sobre la experiencia de la ciudad», remarcó.

Sin embargo, celebra la respuesta «efusiva» que ha obtenido de cientos de internautas, principalmente caraqueños desterrados, que echan de menos esa metrópolis en la que la vida silvestre y urbana crean una simbiosis difícil de olvidar para sus hijos.

Desarrollar esta herramienta, explica, le tomó un año, tiempo en el que tuvo que investigar y estudiar sobre programación, software, procesamiento de geolocalización y lenguaje de programación interactivo, antes de siquiera decidir los sones, ecos y chirridos.

El Caracas Soundscape contó con el apoyo de amigos de la arquitecta que viven en Venezuela, quienes la ayudaron a recolectar la data, y sigue siendo un espacio de «colaboración colectiva» por lo que cualquier usuario, señala su creadora, puede alimentar el mapa aportando sugerencias y respondiendo las encuestas que buscan perfeccionar la experiencia.

¿CÓMO SUENA CARACAS?

El mapa interactivo tiene un rango de horario de entre las 00.00 y las 21.00 horas, en el que las categorías -identificadas con distintos colores- se van moviendo a medida que pasa el tiempo. Es decir, quien tenga añoranza por el ruido de la madrugada en el sureste de la ciudad podrá ubicarse en ese tiempo y espacio y completar el viaje mental.

Al pulsar «play», los usuarios pueden pasearse por todas esas resonancias e identificar que unas son más comunes en unas zonas que en otras, o imaginar el amanecer caraqueño, protagonizado por las aves que, con sus trinos, despiertan cada día a los más de 2 millones de habitantes.

Conforme aclara la mañana, el ruido se incrementa y desnuda una ciudad en movimiento, con el taladro de las construcciones, el tráfico en las diferentes vías y los helicópteros, estos últimos especialmente en el este de la geografía capitalina.

Los comerciantes también se hacen sentir, en el centro y oeste, con sus voces que promocionan alguna oferta, y con la música emblemática de los vendedores de helados, que transitan Caracas con un pequeño carro blanco, y que cualquier habitante de esta ciudad puede identificar con un simple retintín, incluso a miles de kilómetros.

El bullicio va mermando, como la luz caribeña, por lo que las ranas y cigarras pasan a primera fila del paisaje sonoro, lo que para un caraqueño significa que la noche ya llegó.

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