Johannesburgo.- Sudáfrica conmemoró el trigésimo aniversario de la liberación de la cárcel de Nelson Mandela, una imagen que dio la vuelta al mundo y con la que los sudafricanos vieron «que el apartheid estaba muerto», según afirmó el presidente del país, Cyril Ramaphosa, durante los homenajes.

«El 11 de febrero (de 1990) será siempre recordado como uno de los días más memorables de la historia del mundo, no solo de la historia de Sudáfrica (…). El día que ‘Madiba’ fue liberado fue el día en el que todos supimos que el apartheid estaba muerto», dijo Ramaphosa ante la multitud que se congregó para escucharle hablar desde el balcón del Ayuntamiento de Ciudad del Cabo (suroeste).

En ese mismo lugar, treinta años atrás, Nelson Mandela hizo su primer discurso público tras salir de la prisión Victor Verster (situada a las afueras de la ciudad) el 11 de febrero de 1990.

«Os saludo a todos en el nombre de la paz, la democracia y la libertad para todos. Estoy aquí ante vosotros no como profeta sino como humilde sirviente vuestro. Vuestros incansables y heroicos sacrificios han hecho posible que esté aquí hoy. Por tanto, pongo el resto de mis años de vida en vuestras manos», afirmó entonces «Madiba», nombre de su clan en lengua xhosa por el que se le conoce en Sudáfrica.

El propio Ramaphosa estaba junto a él aquel día, sujetándole el micrófono, por lo que su discurso de hoy estuvo lleno de referencias a los recuerdos de aquella jornada histórica.

El presidente señaló que, aquel día, Mandela sentó las bases de la democracia que venía y de una Sudáfrica que elegía la «vara de olivo» frente a las armas y la «reconciliación» frente al conflicto.

«Tratemos de vivir a su imagen», instó el mandatario.

El discurso de Ramaphosa fue el evento principal de la agenda de este aniversario, pero durante la mañana también hubo otros actos, como una reunión de casi todos los miembros que, treinta años atrás, integraron el comité de recepción de Mandela.

«Madiba», fallecido en 2013, pasó 27 años encarcelado como preso político junto con otros líderes del Congreso Nacional Africano (CNA).

Para el mundo, en esos años Mandela se convirtió en el gran icono de la lucha contra el régimen segregacionista del «apartheid».

La mayor parte de su cautiverio transcurrió en la terrible prisión de Robben Island, si bien en 1982 fue trasladado a la cárcel de Pollsmoor y, finalmente, a Victor Verster, donde pasó sus últimos catorce meses como preso político.

Mandela siempre se había negado a negociar su liberación con el Gobierno segregacionista, a menos que ésta llevase aparejada la legalización del Congreso Nacional Africano (proscrito desde 1960) y la esperanza de un verdadero futuro para todos los «no blancos» de Sudáfrica.

El giro definitivo para el destino de Sudáfrica llegó el 2 de febrero de 1990, cuando Frederik Willem de Klerk (el último presidente afrikáner del país y Nobel de la Paz de 1993 junto a Mandela), pronunció un discurso avanzando las claves para una transición negociada hacia la democracia.

En él anunció la legalización del CNA y de otras organizaciones prohibidas y la liberación de los presos políticos, incluido Mandela.

Su salida de la cárcel sería la imagen que, nueve días después, daría la vuelta al mundo y ratificaría el principio del fin del «apartheid».

Un cuarto de siglo después de las primeras elecciones democráticas del país (en 1994, con victoria para Mandela), Sudáfrica aún no ha reparado muchas de las heridas heredadas de su pasado racista, como una profunda desigualdad social.

Además, su economía no atraviesa sus mejores momentos, con graves problemas como el elevado desempleo (29,1 %), los estragos causados por la corrupción y un ritmo de crecimiento muy débil. 

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