Anzoátegui.- Cientos de anzoatiguenses reclaman el alto costo de la vida cotidiana, la compra de comida y medicinas, gracias a la elevada inflación que se ha generado por la crisis económica durante la pandemia y que les dificulta la compra de artículos de primera necesidad 

“Como el salario está pulverizado, hay que buscar otras fuentes de ingreso. El objetivo es que el dinero alcance para comprar comida, medicinas, que nos permita cubrir algunas de las necesidades básicas. No podemos entregarnos al hambre y tampoco al olvido”.

Así lo expresó Asdrúbal Martínez, uno de los cientos de anzoatiguenses que han tenido que conseguir hasta tres modos de generar entradas monetarias para sostenerse en medio de la crisis económica que viene golpeando al país desde hace años y que se ha intensificado con la llegada de la pandemia de Covid-19.

Y es que con un salario integral de tan sólo Bs 800 mil (Bs 400 mil de sueldo e igual monto de bono de alimentación), son muchas las personas que han tenido que convertirse hasta en comerciantes informales.

Sólo en el pasado mes de agosto, la canasta alimentaria para un grupo familiar de cinco personas alcanzó el valor de 91 millones 834 mil 057 bolívares, lo que equivale a 299 dólares, de acuerdo con el Centro de Documentación y Análisis de la Federación Venezolana de Maestros (Cenda-FVM).

Esto refleja que el poder adquisitivo real del venezolano cayó a 0,4% y es por ello que se apela al “rebusque” para poder llevar la comida a casa.

En el sector público

Uno de estos casos es el de los empleados públicos de la región, pues ellos se rigen por una tabla salarial fijada por la Oficina Nacional de Presupuestos (Onapre) que desde el año 2018 excluyó, al menos, 26 beneficios contemplados en las contrataciones colectivas, con lo cual mermaron sus finanzas de forma considerable.

Según afirman estos trabajadores, les recortaron 70% de sus ingresos anuales, por lo que se han visto obligados a ejercer otros dos o tres oficios para lograr subsistir.

Un ejemplo es el docente Alexis Yegûez, quien incursionó en el campo de la informalidad para reunir más dinero, ya que lo que gana como profesional (su sueldo mensual es de Bs 700 mil) no le alcanza ni para hacer mercado, pagar el condominio de su residencia (Bs 3 millones) ni el colegio de su hijo (15$).

“En febrero de este año, las deudas me ahogaban y el sueldo no me ayudaba en nada. Por eso decidí sacarle provecho a un curso de panadería que hice y comencé a hacer panes por encargo. Ahora gano 100 veces más que impartiendo clases”, apuntó.

Pero eso no es todo, el educador señaló que la falta de gas doméstico y las ganancias por la venta del pan le abrieron el camino a una tercera oportunidad de obtener dinero.

“Al mes de haber empezado las ventas compré cocinas eléctricas y arroceras para comercializarlas, y a esto también le he sacado bastante provecho”, destacó.

“Matar tigres” como técnico en refrigeración, electricidad y electrónica ha ayudado a enfrentar la hiperinflación a Asdrúbal Martínez, asistente administrativo de la Gobernación de Anzoátegui. De esta forma, dijo que obtiene divisas para cubrir gastos y hasta puede ahorrar.

“Lo que gano quincenalmente en mi trabajo formal me alcanza para comprar cada vez menos productos alimenticios porque el alza del dólar es nuestro enemigo, así que cada vez que me sale un ´tigrito´ llamo a mi jefe y le aviso que no voy ese día a la oficina. Él es flexible por esa parte porque sabe que la situación está difícil”, manifestó.

Sector privado también

A los que se desempeñan en el sector privado les ha tocado correr la misma suerte. Lennis Moya, almacenista de una cadena de supermercados, sostuvo que pese a que percibe un poco más del sueldo mínimo y un bono incentivo en moneda extranjera cada mes, también debe apelar a la realización de otros oficios para costear las medicinas de su madre que sufre de diabetes, así como hacerle mantenimiento a su casa y cumplir con el cuidado de sus dos hermanas menores, que están en etapa escolar.

“A las tres de la tarde termina mi jornada laboral y arranca otra porque, además, me dedico a preparar dulces y tortas para venderlas. Creo que esa es la estrategia de todo venezolano en este tiempo”.

Dos puestos de trabajo formal ejerce Alberto Véliz para tener un ingreso económico más estable con el cual mantener a su esposa e hija de 5 años.

De lunes a viernes se desempeña como despachador de un frigorífico y los fines de semana atiende en un comercio asiático de un amigo.

Fuente: El Tiempo

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