Roma.- Unas obras para ampliar los sótanos de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma han sacado a la luz los restos de una muralla del siglo IV a. C y otras construcciones que reflejan «siglos de transformación de la ciudad», dijo su director, Antonio Pizzo.
«En el pañuelo de un sótano está la evolución constante y las transformaciones de la ciudad en un área muy importante, que desde sus orígenes ha sido clave para el desarrollo del urbanismo de Roma», explicó Pizzo.
Además de los restos de esa muralla, las obras, que empezaron por «casualidad», han revelado la existencia de un importante monumento funerario del siglo I a.C y de parte de un muro de ladrillos que se utilizaban en la zona bajo el mandato de Trajano, a principios del siglo II.
Cuando en 2015 la escuela arqueológica comenzó las obras en sus sótanos para crear un nuevo almacén, se topó con un yacimiento que reveló las primeras hiladas del muro del siglo IV a.C que protegía la colina del Quirinal, de cuatro metros de ancho y diez de alto.
La muralla surgió como parte de las reformas de la línea de defensa tras el 390 a.C, «una fecha fundamental para Roma, por la catástrofe que provocan los galos con la invasión de la ciudad», según el director de esa escuela del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Además se utilizaba para drenar el agua hacia el río Tíber al estar atravesada por canales, que también se pueden apreciar en los descubrimientos de la Escuela.
Junto a las murallas visibles, en el pequeño sótano se vislumbran los restos de un pavimento de tono rojizo y los huecos donde en su momento se encontraban las ollas funerarias de un monumento del siglo I a.C. «Esto es muy importante porque estamos en el centro de Roma«, resaltó Pizzo.
Encontrar un monumento funerario en la zona, el antiguo Campo de Marte, es «importantísimo», ya que el personaje que allí descansaba «era muy relevante», recalcó, pues para enterrar a alguien en este núcleo de la capital tenía que consentirlo el Senado.
Sobre la identidad de ese personaje, Pizzo explicó que no han podido identificarlo, pero que, a buen seguro, era una persona relevante, cuyos descendientes también fueron enterrados en el mausoleo en los años sucesivos.
«Si hubiera alguna inscripción estaría fuera, de cara al público, para que quienes pasaran al lado vieran quién estaba enterrado allí», añadió el director de la Escuela.
Sin embargo, las excavaciones pasarán a una fase de restauración que aplaza la búsqueda de cualquier pista sobre el propietario original del monumento.
Uno de los muros que rodean la excavación es de ladrillos rojos, señal de los cambios que introdujo el emperador Trajano en la zona, fruto de los que surgieron también los conocidos como Mercados de Trajano.
«Lo importante es que en esta área hasta ahora teníamos un vacío en la planta de la ciudad y no se sabía realmente lo que había», comentó Pizzo, ya que las únicas excavaciones próximas, del Foro de Trajano, pertenecen a una época distinta a las de las murallas que allí han aparecido.
Con estos hallazgos, los antiguos almacenes de la Escuela a los que se accede por un angosto pasillo lleno de productos de limpieza se han convertido en un «pequeño cuadrado lleno de sorpresas» en palabras de Pizzo testigo de siglos de urbanismo en la ciudad eterna.
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