
El barrio Pablo y Chávez, popularmente conocido como Villa Tablita, parroquia 11 de Abril en San Félix, enfrenta desde hace más de dos décadas un problema que parece no tener solución; las aguas negras que constantemente inundan sus calles y viviendas.
“Un mal que ha causado enfermedades y tribulación en el barrio, ya no sabemos qué otros métodos aplicar para evitar que las aguas negras de las bocas de visitas, que están en la calle que une Vista al Sol con 25 de Marzo, sigan entrando a la comunidad”, expresó una vecina.
Fundada hace más de 20 años, Villa Tablita carece de todos los servicios básicos. No existe red de aguas negras, mucho menos agua potable o un tendido eléctrico adecuado. Los vecinos obtienen estos servicios de manera artesanal, conectándose a las comunidades cercanas para satisfacer sus necesidades más urgentes.
Las calles de tierra son testigos de los muros de contención improvisados que algunos han construido con piedras y escombros para desviar las aguas residuales y las lluvias. Sin embargo, las inundaciones persisten. Algunos residentes han optado por abandonar sus viviendas, víctimas de un enemigo silencioso y constante, el agua contaminada.
“Tantas veces hemos puesto rellenos y escombros en la calle que a los pocos meses volvemos a lidiar con las aguas putrefactas de dos bocas de visita obstruidas en la vía”, señalaron los lugareños, agotados por la falta de respuesta institucional.
Más de 180 familias están en riesgo sanitario y ambiental, en una lucha diaria contra la enfermedad y la indiferencia. Este escenario es, tristemente, una fotografía fiel de la vulnerabilidad que enfrentan muchas comunidades populares en el municipio Caroní, en el corazón de Ciudad Guayana.
Toneladas de escombros
En una reciente acción, los habitantes echaron dos volquetas de escombros en la calle, esperando que lleguen más para regar el material, tapar los huecos y evitar que las aguas putrefactas sigan represándose en la vía principal. Aunque, las soluciones son temporales en un barrio donde las carencias estructurales son profundas.
“No solo es lidiar con las aguas contaminadas, también están los olores putrefactos que afectan a niños y ancianos con problemas respiratorios y otras enfermedades”, explicó uno de los vecinos, visiblemente preocupado por el bienestar de la comunidad.
Ante la desesperación, para evitar que las aguas residuales de una boca de visita desbordada continuaran entrando a la comunidad, los vecinos tomaron la drástica medida de romper una tubería para desviar el flujo, lo que refleja la falta de respuestas de las autoridades.
Denuncian estar cansados de dirigirse a representantes de Hidrobolívar y la alcaldía de Caroní, sin recibir soluciones efectivas.
En medio de la precariedad, la electricidad que llega a algunas casas se obtiene de forma irregular, mediante alambres de púas y pedazos de guaya viejas.
Para acceder al agua potable, los residentes deben comprar metros de tubos y realizar conexiones artesanales, ya que no cuentan con una red establecida de agua y, mucho menos, de aguas negras, usando únicamente pozos sépticos.
La situación de las viviendas es igualmente desoladora, muchas con techos y agujeros que permiten la entrada de la lluvia, inundando las casas y haciendo casi inhabitables las residencias.
Los vecinos hacen un llamado urgente a las autoridades municipales y regionales para que atiendan el colapso de la red sanitaria y provean los servicios básicos que merecen.
Mientras tanto, se mantienen en pie, con resiliencia y esperanza, intentando enmendar un problema de vieja data en la ruta I de Vista al Sol.
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