Isnotú, Venezuela.  «Gracias por el favor concedido», se lee, más de 10.000 veces en el santuario de Isnotú -población situada en el oeste de Venezuela-, donde nació José Gregorio Hernández, un lugar que rebosa de fe por este médico decimonónico que este año se convertirá en el primer beato del país.

El santuario, ubicado en el estado andino de Trujillo (oeste), ofrece una suerte de canonización a José Gregorio, pues, según las normas católicas, se necesitan dos milagros para ser declarado santo, un requisito que el venezolano cumple con creces, a juzgar por los acuses de recibo que cubren las paredes del lugar.

Pero, de vuelta a la realidad, el galeno es apenas venerable, un estatus que le otorgó el Vaticano un 16 de enero de hace 35 años y que se agrandará en 2021, tan pronto como la santa sede anuncie la fecha de su beatificación, prevista para el segundo trimestre.

SU CASA, UN MUSEO

Hace un siglo y medio que Hernández nació en Isnotú, un pequeño y humilde poblado, cuya historia parece girar únicamente en torno al venerable. La devoción hacia él permea la poca actividad comercial de la zona e incluye su figura para llevar, a modo de souvenir, en casi cualquier formato.

En las pocas imágenes que se conocen de José Gregorio, siempre está representado con traje blanco o negro, un sombrero que puede o no estar presente y su rostro, donde yace la mirada apacible que todo venezolano relaciona con ese buen samaritano que falleció atropellado en 1919.

Esa estampa sobria del admirado galeno adorna hoy cada rincón del museo que lleva su nombre y en el que se expone, con pinturas gigantes, su niñez, estudios, familia, trabajo, religiosidad y muerte. El lugar exhibe, como tesoros, la cama, el piano y otros artículos que pertenecieron a Hernández o que simplemente tocó alguna vez.

Esta galería fue levantada sobre los terrenos que pertenecieron a la familia Hernández y constituye junto a una iglesia, varias oficinas y un descampado el santuario de José Gregorio, construido en 1966 gracias al empeño del sacerdote español Prudencio Baños, el mayor devoto internacional de esta causa.

Toda esta arquitectura gira en torno a una estatua del futuro beato, erigida exactamente donde se encontraba su dormitorio.

MÉDICO DE LOS POBRES

«Cuando nosotros estábamos enfermos, nuestras madres acudieron a José Gregorio, le pidieron a él para que, por su intercesión, Dios nos sanara», dice a Efe, emocionado, el vicario del lugar, Mervin Fuentes.

El joven presbítero remarca la cualidad más conocida y quizá la más adorada del venerable, sus orígenes humildes y la atención incondicional que, según numerosos historiadores y archivos periodísticos, siempre brindó de manera gratuita a los más pobres en la Venezuela rural que le tocó vivir.

«Todo lo que hizo, (lo hizo) con miras de ayudar a su pueblo, a su país, a Venezuela (…) él se preocupó mucho por su país y ese es otro de los mensajes que va a ayudar en la renovación de la fe», señala.

A su juicio, la vida del galeno deja un mensaje para los jóvenes pues, como ellos, estuvo lleno de virtudes y «supo conjugar su vida científica de estudiante con su vida de fe».

«Un hombre luchador que quiso salir adelante con la gracia de Dios (…) si él pudo, ¿por qué yo no?», sermonea el sacerdote a los jóvenes venezolanos, hoy atrapados en una severa crisis económica que tiene a casi todo el país en la pobreza extrema.

EL FUTURO BEATO

La fe, que se puede medir en cada placa de agradecimiento por supuestos milagros concedidos, se transformó en júbilo dentro del santuario en junio pasado, cuando el papa Francisco aprobó el milagro que convertirá al venerable en beato y lo dejará más cerca de ser declarado santo.

«Ese día, nada más se escuchó la noticia, en el santuario se comenzaron a repicar las campanas (…) hicimos una de celebración de acción de gracias (…) de una forma espontánea, natural, bonita y de fe, se hizo también una caravana con la imagen de José Gregorio Hernández», relata Fuentes.

Para los venezolanos, dice, había sido mucha la espera, pues en cada pueblo del país abundan las historias de aparentes intercesiones del médico de los pobres, tras las cuales las enfermedades fueron curadas, una alegría para nada desdeñable en medio de la depauperación que vive el sistema nacional de salud.

Por ello, la noticia de la inminente beatificación ha reanimado la fe, o al menos la popularidad, del científico que estudió medicina en Europa y trajo avances a la sanidad venezolana, el mismo que batalló contra la gripe española en su país y al que hoy se le ruega en los altares, en medio de la pandemia por la covid-19.

GOYO, EL «SANTO»

José Gregorio es oficialmente milagroso desde que su Santidad así lo dijo, pero para sus paisanos, para quienes es simplemente «mano Goyo» o «Goyito», el médico ha salvado miles de vidas desde que falleció hace 101 años, sin duda muchas más que las que pudo atender mientras vivía.

Así, sintiéndose especialmente cercanos, los trujillanos preparan ahora la primera iglesia que llevará por nombre José Gregorio Hernández, una parroquia que será construida en la población de Motatán, a unos 25 kilómetros de donde nació el venerable.

Esta es solo una de las iniciativas que se dispararon en todo el país desde que se anunció su próxima beatificación, una lista que contempla la remodelación del museo, del santuario y de la iglesia cercana, a la que José Gregorio iba a rezar cuando era niño.

Además, en los últimos meses, un grupo de médicos empezó a atender de manera gratuita a niños y ancianos pobres dentro del santuario, con lo que otro milagro está en plena ejecución: el de imitar las buenas acciones que tanto atribuyen al querido trujillano.

EFE noticias

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