Caracas, 9 mar (EFE).- María vive con miedo constante en Venezuela. El temor a ser asaltada, a que desvalijen su casa o a que secuestren a su hijo no la dejan vivir tranquila ni un solo segundo. Poco le importa si es verdad o no que la tasa de homicidios en el país haya bajado cerca de 21 puntos en 2019, según datos recientes.

«Uno está inseguro en este país. El robo es lo que más pasa en mi zona. Sales con temor de que te vayan a quitar lo que cargas para pagar el pasaje o porque no cargues nada y te puedan matar o te hagan daño», cuenta, mientras oculta su rostro, durante una conversación con EFE, María (nombre ficticio), de los Valles del Tuy, zona periférica de Caracas.

CIFRAS DUDOSAS Y DISPARES

Los datos del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) muestran que la tasa de homicidios de 2019 fue de 60,3 por cada 100 mil habitantes (16.506 víctimas), un descenso de 21,1 puntos respecto a 2018, que cerró con una tasa de 81,4 (23.047 víctimas).

Sin embargo, las cifras publicadas por el Ministerio de Relaciones Interiores Justicia y Paz difiere en varios miles de la del organización no gubernamental. Según la institución pública, la tasa fue de 21 y 33, para 2019 y 2018 respectivamente.

Pero al margen de números que se pierden en una realidad paralela, la verdad de María es la que vive en una de las zonas más violentas de Venezuela en su día a día, desconocedora de esos datos que se manejan en instancias que le son ajenas.

Ella reitera que tiene miedo y no percibe que se haya reducido la inseguridad en los últimos tiempos, como afirman otros habitantes de zonas que, sin ser la panacea de la seguridad, registran menos delitos.

DIFERENTES PERCEPCIONES

Duval Luna, 66 años, explica a EFE que siente que bajó la inseguridad y lo mide con las pocas veces que se oye en la calle «¡Agárrenlo!», el grito característico que alarma sobre un ladrón y que precede a otros gritos, los de auxilio de la persona robada.

«Antes se escuchaba más seguido. Ahora escucho esporádicamente gente a la que le han quitado el celular, pero menos. Me siento más tranquilo saliendo a la calle», manifiesta, aunque, pese a todo, asegura que sus amigos y familiares, incluso él, no andan en la calle de noche.

Wilmer Guerra y Valeria Argoy, de 18 y 16 años respectivamente, sí salen a «rumbear», pero no caminan en la calle, sino que piden que los dejen en una estación de metro porque «es lo más seguro. Y sin embargo…», comenta él, dejando la frase en el aire y sin concluir.

«Uno no puede estar tranquilo en la calle, siempre tiene que estar pendiente de todo a cada rato, esconder los teléfonos. Literalmente hemos descubierto maneras de esconderlo donde no deberían estar», indica Guerra. Pero estas medidas no evitaron que hace apenas una semana lo atracaran y le quitaran su celular.

A su lado, Argoy repite a cada rato que «es horrible». A ella no le ha pasado nada, pero trata de no estar sola nunca para evitar que le puedan robar o «hacer algo».

Siempre hay un «pero» que relativiza la sensación de seguridad en Venezuela.

ÚLTIMO INTENTO DE MADURO FRENTE A LA INSEGURIDAD

El abogado penalista e investigador del crimen organizado Luis Izquiel explica a EFE que, desde que el presidente Nicolás Maduro llegó al poder en 2013, ha habido cuatro planes «importantes» contra la inseguridad ciudadana, con un mismo objetivo, pero distinto resultado.

En diciembre de 2019, el presidente Maduro firmó el decreto para la creación de la Gran Misión Cuadrantes de Paz, un plan que fue lanzado en febrero de 2020, y que pretende conseguir la «estabilidad y seguridad del pueblo venezolano».

El plan consiste en la creación de ocho vértices para abordar la seguridad, comenzando con la prevención entre los niños, jóvenes y adolescentes.

Además, contempla la lucha contra la corrupción, la «transformación» del sistema de justicia penal, la «protección» de la paz, la gestión de riesgos, fortalecimiento de los órganos de seguridad, la «expansión» de la Policía y de la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad.

Para Izquiel, este plan es «un refrito» de otro que se lanzó hace siete años y que «no dio resultado», por lo que duda de su eficacia para hacer frente a la inseguridad que afecta al país.

OTROS PLANES…¿EFICACES?

El Plan Patria Segura, lanzado en 2013, fue «el operativo militar más grande que se ha aplicado en Venezuela», recuerda el criminalista, quien explica que se basó en la creación de las «Zonas de Paz», donde se otorgaron territorios a «distintas bandas en el país, con el argumento de que ellas se iban a pacificar y entregar sus armas a cambio de programas sociales. Eso fracasó».

En 2015 se creó la Operación Liberación del Pueblo (OLP), un plan contra la violencia en Venezuela que desde sus inicios tuvo numerosas denuncias de ejecuciones extrajudiciales y atropellos de los Derechos Humanos, según diversas ONG.

Los operativos consistían en despliegues y toma temporal de zonas donde se retenían a personas que eran «verificadas» en el Sistema Integrado de Información Policial (SIIPOL), después de recibir denuncias de los ciudadanos o realizando previamente una inspección en el sector, a fin de determinar si habían cometido algún delito.

En 2017 se creó la Fuerza de Acciones Especiales (FAES), un cuerpo policial adscrito a la Policía Nacional Bolivariana (PNB), que ha recibido las mismas críticas por supuestas violaciones de derechos humanos.

Para Izquiel, esta escisión de la Policía «ha sido el emblema de la violación de Derechos Humanos en Venezuela. Hoy no hay ningún plan serio contra la inseguridad, solo una operación de exterminio masivo a través de las FAES».

En el informe sobre Venezuela presentado en julio pasado por la Oficina de la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos se recomendó la disolución de las FAES por la presunta vinculación de sus efectivos con ejecuciones extrajudiciales.

¿QUIÉN MATA A QUIÉN?

Roberto Briceño-León, director del OVV, explica a Efe que, aunque la tasa de homicidios bajó respecto a otros años, no lo hizo «tanto y sigue siendo escandalosa, la más alta de América Latina».

«Hay menos homicidios porque hay menos homicidas (porque) el Gobierno los mató. La oportunidad de negocio se mudó al secuestro y la extorsión. Y las bandas organizadas tomaron más control del territorio frente a las bandas pequeñas que eran las que cometían los homicidios. Hay un uso más racional de la violencia», señala Briceño-León.

Sin embargo, hace un nuevo matiz: «Una tercera parte los cometen los cuerpos policiales de Venezuela. La violencia no ha bajado, solo que cambió de autor».

Así siente Mariela Coronado, de 41 años, quien dice sentir que «uno no sabe quién es quién, quiénes son los buenos o los malos».

Vive en un urbanismo popular en los Valles del Tuy donde, asegura, «la policía hace cosas que no debe, abusa de la autoridad y mata a muchos muchachos jóvenes. Entra y los matan. No les dan la oportunidad de arrepentirse ni de rehacer su vida».

 

EFE

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