La lógica podría decirnos que a mayor tamaño, mayor la amenaza; sin embargo, para los expertos, en el tema de los volcanes y sus erupciones este razonamiento no tiene cabida.
Y es que a pesar de que existen poderosos volcanes en constante actividad (tal es el caso del mundialmente famoso Katla), la comunidad científica considera que la humanidad se ha estado preocupando por las estructuras geológicas erróneas.
De acuerdo con estudio reciente se encontró que varios grupos de volcanes relativamente pequeños, podrían ser la verdadera amenaza que devastarían al planeta y repercutirían dramáticamente en la economía global.
La investigación publica en Nature Communications asegura que las erupciones gigantes son relativamente raras, mientras que las erupciones más pequeñas ocurren con más frecuencia. Y ya que estos pequeños volcanes son capaces de poner en jaque actividades como la aviación, el curso de los navíos, el comercio y las comunicaciones, estos representan riesgos importantes para la civilización moderna.
“Es tiempo de cambiar la forma en que vemos el riesgo volcánico extremo”, señala Lara Mani, autora principal del artículo e investigadora del Centro para el Estudio del Riesgo Existencial de la Universidad de Cambridge, en un comunicado de prensa.
“Tenemos que dejar de pensar en términos de erupciones colosales que destruyen el mundo, como se ve en las películas de Hollywood. Los escenarios más probables involucran erupciones de menor magnitud que interactúan con nuestras vulnerabilidades sociales y nos llevan en cascada hacia la catástrofe”.
Los investigadores identificaron siete puntos importantes en nuestro planeta donde existen grupos de volcanes “pequeños” pero activos, los cuales se encuentran junto a infraestructuras vitales que, si se paralizan, podrían tener consecuencias globales catastróficas.
Estas zonas incluyen volcanes en las regiones del Mediterráneo, Taiwán, el noroeste de Estados Unidos, la frontera entre China y Corea del Norte, el estrecho de Luzón (el pasaje que conecta el mar de China Meridional con el mar de Filipinas), Malasia (específicamente el estrecho de Malaca) y el Atlántico Norte.
Según Mani, una erupción menor en una de estas áreas tiene el potencial suficiente para desatar un caos pues «podría hacer una erupción de cenizas o generar temblores lo suficientemente grandes como para interrumpir redes que son fundamentales para las cadenas de suministro y los sistemas financieros globales».
Basta con recordar lo ocurrido en 2010 en Islandia, la majestuosa tierra de maravillas naturales, donde una erupción de magnitud 4 del volcán Eyjafjallajökull ocasionó columnas de ceniza de gran tamaño que, arrastradas por los vientos del noroeste, provocaron el cierre parcial del espacio aéreo europeo, causando pérdidas de 5 mil millones de dólares a la economía mundial.
Las nubes de ceniza, los gases volcánicos, los flujos de magma, los deslizamientos de tierra, los terremotos y los tsunamis, todos generados por la actividad volcánica, podrían causar estragos al destruir cultivos enteros, dañar cableado submarino, averiando redes eléctricas y tuberías, así como otros tantos escenarios.
Si bien el tono del estudio puede ser un tanto alarmante, sus autores argumentan que su intención no es crear pánico, sino motivar la preparación y la planificación.
Contrario a los riesgos que suponen las erupciones volcánicas gigantes, “donde tenemos pocas oportunidades de prevención, (con las erupciones volcánicas menores) podemos trabajar para reducir la fragilidad y la exposición de nuestros sistemas críticos a eventos naturales de inicio rápido y, en última instancia, aumentar nuestra capacidad de recuperación ante los riesgos catastróficos globales”, se lee en la investigación.
¿Cómo se clasifican las erupciones volcánicas?
Las erupciones se clasifican con el Índice de Explosividad Volcánica (VEI), que clasifica las erupciones en una escala del 1 al 8, las erupciones colosales que se clasifican tan alto como 7 u 8 en esta escala, como la caldera de Yellowstone de hace 600 mil años y la caldera de Long Valley de hace 760 mil años, eventos que para nuestra suerte ya no ocurren tan a menudo. La última vez que se registró una erupción colosal fue en 1815, con la erupción del Tambora (VEI7), en Indonesia. Solo para tener un contexto más cercano, el Popocatépetl ha registrado erupciones de hasta VEI4.
Con información de GQ
¡Síguenos en nuestras redes sociales y descargar la app!