

Cuando empieza a oscurecer en las aldeas palestinas de Masafer Yatta, rodeadas de asentamientos ilegales israelíes en las colinas del sur de Hebrón, el miedo se intensifica ante la posibilidad de nuevos ataques violentos de colonos. Activistas israelíes como Itamar Shapira deciden pasar la noche aquí para brindar cierta protección a las comunidades.
Shapira, que lleva más de una década en activismo, explica que esta “presencia protectora» comenzó a finales de los años 90 como una acción solidaria entre activistas israelíes, voluntarios extranjeros y palestinos para interceder y resistir los ataques de los colonos.
De ataques esporádicos a violencia cotidiana
La violencia se ha intensificado con el tiempo. Solo en octubre, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) registró al menos 264 ataques contra palestinos en Masafer Yatta, la cifra mensual más alta desde 2006. Además, denuncian la “cooperación total” entre soldados israelíes y colonos, dificultando la intervención militar para detener a los agresores.

Una noche en la aldea bajo alerta constante
La presencia de activistas como Shapira y la joven voluntaria norteamericana Noa Bearman es vista por los colonos como un elemento disuasorio, pues les obliga a prestar más atención y reduce la violencia, aunque no la elimina.
Durante la noche, estos activistas permanecen en comunicación constante, atentos a posibles ataques, y se trasladan rápidamente a otras aldeas cuando hay señales de agresiones inminentes.

Violencia y resistencia
El asesinato del activista palestino Odeh Hadaleen en julio y los constantes ataques, incluyendo incendios y agresiones físicas, forman parte de un patrón que busca aterrorizar a las comunidades palestinas para forzar su desplazamiento.
A pesar de este panorama, la presencia protectora representa un acto de solidaridad y resistencia que ofrece una mínima esperanza para quienes luchan por mantenerse en sus tierras frente a la violencia sistemática.
¡Síguenos en nuestras redes sociales y descargar la app!








