Ciudad Guayana.- Cuando era la temporada vacacional, un día feriado o simplemente cualquier fin de semana, la ciudad recibía en sus parques a propios o temporadistas, quienes solo debían disponer voluntad para disfrutar de los espacios de los parques Cachamay, Leofling o La Llovizna, lugares que regalan escenario naturales espectaculares.
En la actualidad, debido al abandono por parte de los responsables del mantenimiento de estos espacios, las visitas han disminuido significativamente a tal punto de estar “en ruinas”.
En este TBT “throwback thursday”, Soy Nueva Prensa Digital te invita recordar cómo eran nuestros parques:
Cachamay
Todo el parque es un hermoso escenario con inmensos y frondosos árboles de ceibas y palmeras.
Toma su nombre de los caudales del bajo Caroní y constituye un mirador natural ante la majestuosidad y velocidad de las aguas.
Abarca 52 hectáreas de extensión a orillas del río, frente a saltos de excepcional belleza y majestuosidad del Cachamay.
Contaba con servicios de baños y cafeterías, a disposición de atender y servir a los turistas.
Era un deber de todo el que visita Ciudad Guayana, asistir a estos escenarios naturales, donde se realizaba un día de campo junto a los monos que adornaban cada árbol y compartían con los visitantes.
Antes de despedirse del parque era una parada obligatoria en las mini tiendas ubicadas en la entrada, para comprar algún recuerdo artesanal o simplemente disfrutar de un rico helado.
Leofling
El zoológico Pedro Loefling recibió su nombre en honor al botánico sueco que estudió por primera vez la fauna de la región Guayana, en 1754.
En este espacio natural se reubicaron especies rescatadas de las áreas que se inundarían con el llenado de la represa Guri, la hidroeléctrica más grande de Venezuela y una de las más grandes del mundo.
En cautiverio había tres jaguares, un gato salvaje, una puma, un rey zamuro, tortugas terecayas, pavos reales, caimanes, una nutria, venados, chigüires, un tucán y más.
Una foto con cada animal formaba parte del álbum de los visitantes, quienes recorrían el único zoológico que existía en la urbe industrializada.
La Llovizna
Considerado como el único parque que actualmente recibe a los temporadistas. Es un bello lugar que nos regaló la naturaleza con una extensión de 165 hectáreas, conformadas por islas y saltos inferiores del Caroní aproximadamente, cinco kilómetros antes de la confluencia con el Río Orinoco.
Desde el mirador más alto y cercano a la caída de agua, los visitantes pueden sentir la llovizna o bruma que se produce por la fuerte caída.
Parte del parque cuenta con 30 islas conectadas entre sí por numerosas caminerías de piedras y senderos naturales, además del imponente Salto La Llovizna: una cascada de veinte metros, el punto culminante del parque.
Por Osnelly Sánchez Madrid
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