Su estreno en la noche del jueves en el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF) inauguró el programa de documentales de la muestra cinematográfica canadiense, una de las más importantes del mundo.
El trabajo para borrar la existencia del Mundial, jugado por las selecciones de Argentina, Dinamarca, Francia, Inglaterra, Italia y México, fue tan efectivo que ni siquiera jugadoras históricas como las estadounidenses Brandi Chastain, integrante de la selección entre 1988 y 2004, y Megan Rapinoe -que en el de Australia y Nueva Zelanda jugó su último Mundial- conocían su existencia.
La incredulidad de que un evento sucedido ante cámaras, periodistas, centenares de miles de espectadores y con la participación de las jugadoras de seis países europeos y americanos hubiese desaparecido de la historia era tal que el equipo de «COPA 71» tuvo que mostrarles las imágenes para que se lo creyesen.
Chastain y Rapinoe «se sintieron totalmente avergonzadas de desconocer su existencia», explicó a Efe Rachel Ramsay, que junto con James Erskine ha dirigido la cinta.
De hecho, cuando la productora Victoria Gregory contó a Ramsay en 2019 que había oído en la radio una entrevista con dos jugadoras que formaron parte del equipo inglés que jugó en la competición, los cineastas no sabían si era verdad o no que el campeonato existió.
«Cuando empezamos la investigación no había una página de Wikipedia de este torneo. La primera prueba real de que existió, y cuando empezamos a darnos cuenta de su dimensión, fue cuando vimos algunos recuerdos que las jugadoras habían guardado durante 50 años», explicó Ramsay en Toronto.
Para la directora británica, la desaparición de la historia del torneo «es representativo de muchas otras cosas que han sido conscientemente borradas».
El filme refleja cómo el fútbol femenino empezó a ganar adeptas a principios del siglo XX. Pero rápidamente, las organizaciones europeas de fútbol iniciaron una exitosa campaña para impedir e incluso prohibir que las mujeres practicaran el deporte.
Las mujeres no empezaron a jugar de nuevo al fútbol hasta la década de los sesenta del siglo XX, siempre con la oposición de las instituciones deportivas y con la burla de los medios de comunicación.
FIFA se opuso de forma activa al mundial femenino de 1971, que sólo se pudo realizar gracias a patrocinadores privados, principalmente la multinacional italiana Martini & Rossi, que se hizo cargo de gran parte de los gastos, incluidas las botas del equipo argentino.
«Hay un continuado intento de impedir que las mujeres jueguen al fútbol. La experiencia y sueños de estas mujeres de todo el mundo han sido robados. Y eso es lo que realmente necesita ser destacado», declaró Erskine.
«A todas estas mujeres, que simplemente querían patear un balón y tener un sueño, se les dijo que no lo podían hacer. No sólo eso, sino que era malo que lo hicieran», añadió.
A través de las entrevistas que realizaron a cerca de 30 de las jugadoras de los seis equipos, Ramsay y Erskine descubrieron el trauma que han sufrido.
Mientras que en México las futbolistas fueron seguidas por multitudes y agasajadas como atletas, en sus países de origen fueron despreciadas, ridiculizadas y condenadas al olvido cuando regresaron del mundial.
«Muchas ni le habían contado a sus hijos que participaron porque se sentían avergonzadas y reprimidas», dijo Ramsay.
La realizadora considera que «el deporte en general y el fútbol en particular son un espejo de lo que pasa en el resto de la sociedad. Y lo podemos ver claramente en el caso de España, que está teniendo su propio despertar».
«Lo sucedido es la gota que ha rebosado el vaso. Era algo que tenía que pasar. Y lo que es quizás inusual de la situación de España es que prácticamente todo el mundo piensa lo mismo de quien es la víctima y quién es el culpable», añadió Ramsay.
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