Madrid.- Con un fármaco de apenas 2 euros, el metoprolol, medicamento de la familia de los betabloqueantes empleado en la clínica desde hace más de 40 años, podrían reducirse muchas de las secuelas que causa un infarto de miocardio y beneficiar a millones de pacientes.
Una investigación realizada por expertos de dos instituciones españolas el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), del hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz (Madrid), y el Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Cardiovasculares (Cibercv), llevada a cabo en ratones, ha demostrado su efecto cardioprotector único.
El estudio, publicado en la revista European Heart Journal, concluye que el efecto cardioprotector durante un infarto mediado por metoprolol no es igual que el de otros fármacos de la familia de los betabloqueantes como el atenolol y el propranolol.
Para Borja Ibáñez, jefe del departamento de Investigación Clínica de CNIC, jefe de grupo en el Cibercv y líder de la investigación, este trabajo «demuestra propiedades cardioprotectoras únicas para metoprolol y supone un cambio de paradigma en el campo de la cardiología y el tratamiento del infarto agudo de miocardio».
En 2013, el ensayo clínico METOCARD-CNIC, liderado por el CNIC, demostró que la administración de este fármaco durante un infarto reducía el daño en el corazón y las secuelas, y cuatro años después, el mismo grupo descifró cómo y por qué esta estrategia farmacológica simple y barata era tan eficiente.
Aquel estudio, publicado en Nature Communications, demostraba que el efecto cardioprotector provenía de su capacidad de bloquear a los neutrófilos -células inflamatorias que se activan en las infecciones para eliminar a los patógenos-.
Ahora, este equipo ha demostrado que las propiedades protectoras del metoprolol son únicas y no son compartidas por los otros fármacos de la familia de los betabloqueantes.
La investigación, explica Agustín Clemente, primer firmante del artículo e investigador del CNIC, presenta «resultados muy relevantes que revisan y refinan la farmacoterapia cardiovascular, y subrayan la necesidad de no sobreentender los fármacos de una misma clase como idénticos en términos de actividad e indicación clínica».
En la actualidad, las guías de práctica clínica recomiendan la administración temprana de fármacos de la familia de los betabloqueantes en pacientes con signos de infarto, sin diferenciar entre ellos.
La investigación ha analizado el efecto de cada uno de los betabloqueantes en otros modelos de enfermedad aguda inflamatoria, como el daño pulmonar o la peritonitis, y ha demostrado que el metoprolol es el único capaz de reducir los daños infligidos por los neutrófilos hiperactivados.
Estos hallazgos podrían tener impacto en patologías donde el daño asociado a una hiperactivación de los neutrófilos contribuye al daño del órgano, como pueden ser la sepsis o incluso la covid-19.
Junto al departamento de Bioinformática del CNIC, los investigadores hicieron estudios computacionales para evaluar el impacto que cada uno de los fármacos betabloqueantes estudiados tenía sobre el receptor adrenérgico tipo beta-1, diana de esta familia de fármacos.
«De manera inesperada, hemos visto que, pese a ser de la misma familia, cada fármaco individual interactúa de forma distinta con el receptor adrenérgico beta-1», comenta el Eduardo Oliver, farmacólogo investigador del CNIC y del Cibercv.
Hasta ahora se pensaba que los betabloqueantes ejercían su efecto únicamente por impedir la unión de la adrenalina al receptor beta-1 adrenérgico, pero estos resultados confirman que la unión de metoprolol al receptor, además de bloquear la acción de la adrenalina, activa otras vías intracelulares.
«Si se confirman estos datos en futuros ensayos clínicos, supondrá un cambio en las guías de uso clínico frente a esta devastadora enfermedad, ya que metoprolol, y no otro, debería ser el betabloqueante de elección para pacientes que estén sufriendo un infarto», concluye Ibáñez.
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