El arqueólogo José Miguel Pérez-Gómez fue el responsable de dirigir un estudio en las profundidades del archipiélago Las Aves, Venezuela, donde se hallaron más de 12 barcos de la escuadra del rey francés Luis XIV.
El mayor naufragio registrado en la historia fue durante 1678, debido a la cantidad de embarcaciones con las que contaba la flota francesa del rey Luis XIV y, recientemente, fue descubierto su paradero en el archipiélago Las Aves, una agrupación de pequeñas islas concentradas entre Bonaire, los Roques y La Guaira.
Tal estudio inició en 1998, cuyo autor principal fue el arqueólogo José Miguel Pérez-Gómez, siendo un reconocido científico venezolano, quien se graduó en la Universidad Simón Bolívar y es miembro del Museo Marino de Margarita.
Los primeros resultados de la investigación se publicaron bajo el nombre de “Arqueología Subacuática y Costera en América Latina”, siendo editado en la Universidad de Florida, con más de 80 autores de América Latina.
En dicha publicación, hay un capítulo que destaca el descubrimiento histórico de Jose Miguel Pérez-Gómez.
Técnica avanzada de investigación
Con el fin de comprobar el origen del naufragio, tanto Pérez-Gómez como un grupo de especialistas implementaron diversos métodos como las imágenes satelitales, las expediciones en buceo y la documentación histórica.
El primer elemento encontrado durante la expedición fue uno de los cañones de las embarcaciones, el cual se hallaba en tierra firme y fue llevado a La Guaira.
«Resulta que un ciudadano francés residenciado en Venezuela, el Sr. Gilbert Cuenod, tenía conocimiento sobre un cañón de hierro que fue trasladado desde Aves de Sotavento hasta un club de playa en el litoral central… Me pongo en contacto inmediatamente con el Sr. Cuenod, quien me contó cómo fue recuperado el cañón en el año 1973 y llevado hasta el club Playa Grande en La Guaira», declaró Pérez-Gómez.
«Esto amerita que los arqueólogos no solo debamos documentar, sino también explicarle a la gente la importancia de no remover este tipo de objetos antiguos de sus contextos originales, pues estudiarlos en sus sitios de origen nos permite a los arqueólogos dibujar el pasado con más precisión».
También realizaron un procedimiento de análisis computarizado y digitalización sobre un mapa desconocido dentro de un curioso libro que descubrió Pérez-Gómez en la biblioteca Huntington, California.
Este ofrecía diversos detalles sobre los nombres de las embarcaciones que naufragaron, sus capitanes, las coordenadas de los navíos, la cantidad de cañones y de víctimas del incidente.
«Si bien es cierto que tenemos una amplia narrativa histórica sobre casi todos los naufragios que existen en aguas caribeñas y venezolanas, los registros arqueológicos son prácticamente nulos. Cada naufragio tiene una historia que contar y los hallazgos arqueológicos están llenos de contenido patrimonial», puntualizó.
«Casos como el del naufragio de la Flota Francesa prácticamente cambiaron la historia, pues si los holandeses hubiesen sido atacados con éxito, muy posiblemente hoy lo que es Aruba, Curazao y Bonaire serían provincias francesas y no holandesas».
Dos décadas de investigación
Durante veinte años, el profesor Pérez-Gómez identificó naves naufragadas en el lugar del accidente al contar y ubicar los lastres, piedras utilizadas para contrapeso y estabilidad en la navegación.
El análisis de lastres fue esencial para identificar naufragios, ya que las piedras restantes reemplazan a la madera perdida de las naves. Estudios petrográficos revelaron datos clave sobre las embarcaciones, como dimensiones y origen geológico.
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