

El aumento significativo del despliegue militar estadounidense en el Caribe, sumado a los ataques sumarios a supuestas narcolanchas, ha generado gran incertidumbre sobre las intenciones de la Administración de Donald Trump hacia Venezuela y su impacto en América Latina.
El envío del portaaviones USS Gerald Ford, el más moderno y poderoso de la flota estadounidense, marca la mayor presencia naval en la región desde la Guerra del Golfo. Este despliegue está liderado por expertos como Eric Hershberg, profesor de la American University, quien señala que la movida busca intimidar al gobierno de Nicolás Maduro.
Diversos analistas resaltan que el presidente Trump mantiene una persistente animadversión hacia Maduro, evidenciada desde su primer mandato, donde intentó sin éxito una ofensiva militar para acceder a las reservas petroleras venezolanas.
El nombramiento de Marco Rubio como secretario de Estado, figura clave para promover la derecha en Latinoamérica, refuerza esta posición.
Ataques limitados
Sin embargo, la posibilidad de un ataque militar directo sigue siendo incierta. Algunos expertos, como James Mahon de Williams College, creen que Trump podría optar por ataques limitados a infraestructuras militares o puertos venezolanos, buscando una victoria rápida en política exterior.
Estas acciones se enmarcan también en la competencia geopolítica con China, aliado estratégico de Caracas, aunque el impacto real sobre las relaciones chino-latinoamericanas podría ser limitado debido a la fuerte dependencia económica regional con Pekín.
Finalmente, el aumento de la presión militar estadounidense ha tensado las relaciones con países vecinos, como Colombia, y ha llamado la atención sobre la creciente militarización y los riesgos que esto implica para la estabilidad regional.
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