Panamá.-Los primeros valientes en salir a bailar salsa bajo el ritmo de la orquesta panameña Son Kayory en la plaza de Santa Ana del Casco Antiguo de Ciudad de Panamá, fueron un padre y su hija. Tras ellos, unos pocos tímidos comienzan a mover las piernas, mientras que otros ni siquiera necesitan pareja.
La música se apodera en el atardecer anaranjado de los presentes, quienes frente a la tarima donde toca la orquesta comienzan a danzar sonrientes bajo las lianas de los árboles que rodean la antigua plaza, que da entrada al colonial Casco Antiguo de Ciudad de Panamá, considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Desde los más mayores hasta los pequeños subidos a los zapatos de sus papás bailan en el Primer Festival Musical Panamá en Salsa, organizado por el Ministerio de Cultura en conjunto con alcaldías de varios distritos del país, y que se celebra durante el último fin de semana de noviembre.
El festival rota por varios locales del Casco Antiguo de Panamá y diferentes puntos del área metropolitana: barrios populares como San Miguelito y el corregimiento marítimo de Veracruz, acogen hasta este domingo a las distintas orquestas.
Por la noche, la fiesta se traslada a los bares de Casco Antiguo, donde los más profesionales se adueñan de la pista de baile y lucen sus mejores coreografías.
En ‘Casa Casco’, uno de los bares recién restaurados situado en el corazón de la antigua ciudad, tocaba la famosa orquesta nacional Sociedad Anónima.
«Para mí y el resto de músicos es un honor que nos hayan invitado y tomado en cuenta. Ojalá se sigan realizando más ediciones», cuenta a Efe el director de la orquesta, Ricky Sánchez, tras inaugurar la primera noche del festival tocando 5 y 6 temas propios y versiones.
La oscuridad mezclada con las luces de colores hacen que los trajes brillantes de ellas, y los zapatos de charol de los bailarines, reluzcan por toda la sala.
«El ambiente es maravilloso, estamos sorprendidos (…) nos llena de mucha satisfacción saber que la salsa todavía vive en Panamá», dijo a Efe el cantante principal de Sociedad Anónima, Rafa Moreno.
Mientras de fondo sonaba «Qué será lo que quiere el negro» de Wilfrido Vargas, varias escuelas de baile presentes se hacían hueco en la pista.
«Estamos aquí porque el ministerio nos invitó a ser parte del festival. Estamos encantados, porque han venido unos 14 alumnos de la escuela a disfrutar la salsa», declaró Alberto, instructor del proyecto local «Talleres Interactivos de Salsa».
Un hombre ataviado de pantalón negro y camisa blanca saca a una mujer con un traje plateado de lentejuelas: ambos se sincronizan para empezar a bailar hacia el mismo lado.
Él es quien la maneja, ella se deja llevar. Unas vueltas sobre sí misma, varios giros de manos y la mirada de uno clavada sobre el otro provocan que el resto del bar pose sus ojos en ellos.
Con una sonrisa imborrable en la cara, disfrutan de una de las canciones más famosas de la historia de la salsa: «Llorarás» del venezolano Oscar De León.
Un giro coordinado por los dos, y la última nota de la canción hacen que la pareja espontánea termine con un movimiento seco. El público rompe en aplausos, mientras ellos ríen con apenas aire en sus pulmones.
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