Quito.- «Desconecté la refrigeradora porque no tengo para pagar la luz», es la frase que resume la dramática situación de Héctor Cisneros, un artista callejero que como muchos de sus colegas se ha quedado sin ingresos en los inciertos tiempos que vive Ecuador por el coronavirus.
Fundador del Taller «Perros callejeros», cuenta que con su pareja lograban unos 300 dólares de ingresos al mes antes de la emergencia por el COVID-19, con los que «sobrevivían» junto a su hija de 15 años, pero ahora es: «Cero, cero, cero».
«Nosotros, al igual que todos los que llaman informales, salimos cada día a ganarnos el sustento», dice al anotar que ahora han «perdido la libertad» de trabajar debido a las restricciones de movilidad, el uso del espacio público y el toque de queda de quince horas diarias.
Aumentan deudas
Y si ya antes estaban en condiciones económicas difíciles, al cerrar su «espacio de trabajo, el espacio público», ahora «estamos más desprotegidos», se lamenta.
De 49 años, Cisneros cuenta que ha debido pedir dinero prestado, por lo que «después de que termine esto, no sabemos qué va a pasar. Nos quedamos con una deuda» y tampoco podrán participar en el festival iberoamericano de teatro de Bogotá, previsto para junio.
Los «Perros callejeros» presentan obras de teatro, hacen música, poesía y mimo en las calles de Quito desde 1990 y forman en las artes a gente «de origen popular».
Urbano de nacimiento, Cisneros vive en la zona rural Chuspi Yaku (mosco de agua, en quichua), y esquiva el hambre gracias a los productos de su pequeña huerta, con la que también alimenta los seis perros e igual número de gatos que ha recogido de la calle.
Consternado, pide al Gobierno políticas de sostenimiento, empleo para la gente «que ha dado la vida» por la difusión de la cultura en las calles con un trabajo «de buena calidad».
Ecuador es uno de los países más castigados de América Latina por el COVID-19, con casi 10.400 contagios y 520 muertos confirmados y otros 902 «casos probables».
La crisis sanitaria tiene asimismo una no menos trágica proyección económica que ha dejado vacías las arcas públicas y obligado al país a endeudarse.
«Creen que comemos de aplausos»
El coronavirus «nos ha obligado a abrazarnos entre nosotros, como la manada de perros, a juntarnos, a calentarnos entre nosotros, a esperar que un mecenas nos dé una mano», implora al asegurar que no piden caridad sino remuneración para su trabajo.
Clama por una mayor sensibilidad de la sociedad, del Estado, de las entidades privadas y se lamenta de que no siempre se considere como «trabajo» lo que hacen los artistas callejeros: «Creen que comemos de aplausos o de felicitaciones».
«Los artistas y los gestores culturales son trabajadores del arte y la cultura (…) los artistas no viven del aplauso», recalca el ministro de Cultura, Juan Fernando Velasco, en entrevista.
Y por ello, cuestiona a quienes creen que «bota» el dinero con la creación del programa emergente «Desde mi casa», para pagar 200 dólares a igual número de artistas, a fin de que presenten obras cortas «de calidad» para transmitirlas por televisión.
«Ellos, como cualquier otro ciudadano ecuatoriano en estado de indefensión, necesitan que el Estado les brinde una posibilidad de supervivencia, de eso se trata el programa ‘Desde mi casa'», apunta al aseverar que el sector de la salud debe ser la prioridad, pero «no nos podemos olvidar de lo anímico» con las artes.
Cantante de profesión, Velasco dice entender la «desesperación» de los artistas callejeros y circenses, algo que sabe a poco para representantes del golpeado sector.
Artistas de la calle, ¿Abandonados?
Matías Belmar, director de la Fundación de artes escénicas «Círculo», dedicado al circo-teatro, considera que los artistas de la calle están «abandonados» por las autoridades.
En tiempos de COVID-19, «nuestro día a día es sobrevivir, estamos viviendo de la caridad de nuestras familias», dice Belmar, miembro de la red de espacios independientes, de la asociación nacional de artistas de circo y del tejido de circo social, cuyos miembros claman por ayuda.
A la caridad familiar, suma la solidaridad de quienes compran entradas a cinco dólares para futuras obras en el marco del plan «Ayúdanos hoy día para que el espectáculo continúe mañana» o los 40 dólares que obtuvo por veinte minutos de animación virtual en la fiesta de cumpleaños del hijo de un amigo.
«Todo lo que sean nuevas posibilidades en pantalla lo vamos a incorporar», dice sobre el plan de Velasco, al reconocer que «el teatro vía vídeo no es teatro», pero sí una alternativa en tiempos de emergencia.
Y mientras el ministro avanza en la búsqueda de recursos para ayudar, distribuyen kits alimenticios y ofrece soporte para los artistas independientes, Cisneros sigue con la refrigeradora apagada «porque ya no tenemos ni qué comer».
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