«En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?». Entonces Jesús les dijo: «En verdad, en verdad, les digo: si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de sus padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre». Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún».
Reflexión hecha por Luis Perdomo Animador Bíblico de la Diócesis de Ciudad Guayana. Venezuela.
La Iglesia universal celebra hoy, la fiesta entre otros santos en honor a San Heliodoro, obispo y confesor. Nació en Dalmacia, a mediados del siglo IV, y murió el 3 de julio. Es contemporáneo y amigo de San Jerónimo. Como él, natural de Dalmacia, y también lo acompaña en sus correrías por Jerusalén y Belén, viviendo como anacoreta en el desierto de Judea, dedicados al estudio y a la traducción de los textos sagrados. La comunidad de Aquileya lo eligió obispo y Heliodoro resulta un campeón de la verdad y de la interpretación bíblica en contra de tanta herejía, junto a san Ambrosio de Milán y a su entrañable amigo Jerónimo.
Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de JESUCRISTO según San Juan, capítulo 6, del verso 52 al verso 59. En el que se narra la sección conclusiva del discurso del «Pan de vida» que en una lectura continuada hemos venido meditando a lo largo de toda esta semana. Y donde el Evangelista emplea términos muy humanos y entendibles para los doctos y los menos doctos, que somos la mayoría del pueblo cristiano.
Por eso es que los términos carne y sangre indican la condición humana del Hijo del hombre. Los verbos comer y beber se refieren a la fe en JESÚS, que ha sido enviado por el Padre y con Su Muerte física ha dado la Vida Gloriosa al mundo. Y es que la Fe crea una verdadera comunión recíproca entre Cristo y el creyente. Porque quien cree en JESÚS y vive en comunión de Fe y de amor con Él, se va introduciendo misteriosamente en el horizonte de la Amistad Divina, y con esa amistad se comienza actuar en favor de las causas justas, no por obligación, sino, más bien por estar convencido que eso es lo fundamental para su vida.
Y así como el Hijo es enviado y vive por el Padre, el creyente que cree en JESÚS vivirá por Él. Teniendo claro que este Misterio de Amor y de Comunión se actualiza y se experimenta de forma excepcional en la Eucaristía, pero también podemos vivirlo en la medida que leamos la Sagrada Escritura y pongamos en práctica Sus Enseñanzas en el acontecer diario de nuestras vidas.
Ya que, si leemos la Sagrada Escritura desde una óptica Cristocéntrica, y en clave existencial, podremos entender la invitación que se nos hace, para que le abramos un espacio a la Persona de JESÚS en nuestra vida, en la vida de nuestras familias, y de nuestras comunidades. Por eso es que el creyente está invitado a aceptar a JESÚS muerto en la Cruz y Resucitado por el Amor infinito del Padre, con toda la mente, los sentimientos y la acción. De esta manera el bautizado comienza a vivir señales de la Vida Eterna que ofrece DIOS a todos los que aceptan a JESÚS como Aquel que Revela el Rostro Amoroso del Padre.
Al confrontarnos con el texto y ver cómo el evangelista sigue insistiendo en el tema de JESÚS verdadera comida, pareciera que quiere recordarnos que antes de comenzar cualquier jornada hemos de alimentarnos con Él. Insistencia que nos interpela y que hemos de asumirla de manera crítica y profética, ya que, entrar en Comunión con Él, al comer Su Carne y beber Su Sangre, significa entrar en una COMÚN-UNIÓN con la forma de actuar de JESÚS, con su forma de ser humano, con su forma de amar, de pensar, en definitiva, con una adhesión total al DIOS Encarnado.
Por eso es que, hoy es el día para preguntarnos: ¿Por qué en el tiempo Pascual se insiste tanto en JESÚS como verdadera comida? ¿Qué sentido tiene para la vida de un creyente asumir a JESÚS, como alimento que da la Vida Eterna? ¿Qué estoy haciendo yo para paliar el hambre corporal y espiritual de tantos venezolanos, que deambulan sin pan, pero también sin esperanza de un mañana mejor? ¿He tomado alguna iniciativa para compartir lo poco o lo mucho que tengo, con mis semejantes, de tal manera ellos puedan sentir que JESÚS, no solo es alimento espiritual, sino también corporal?
Señor JESÚS, renueva en nosotros la Fe en Tu Palabra, para entrar en una COMÚN-UNIÓN Contigo, lo que nos permitirá actuar en favor de las causas justas, no por obligación, sino, por estar convencido que eso es lo fundamental para nuestras vidas. Amén.
Luis Perdomo
¡Síguenos en nuestras redes sociales y descargar la app!