«Mientras Jesús estaba hablando, una mujer levantó la voz de entre la multitud y le dijo: «¡Feliz la que te dio a luz y te crio!» Jesús replicó: «¡Felices, pues, los que escuchan la palabra de Dios y la observan!”
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana
La Iglesia Universal, celebra hoy la fiesta entre otros santos, en honor a San Luis Beltrán, presbítero, quien fue un santo español de la orden de los dominicos. Nació en Valencia, España, el 1 de enero de 1526, y fue bautizado en la misma pila bautismal en la que habían bautizado 175 años antes a San Vicente Ferrer, el cual era familiar de su padre. Tuvo el honor de que la ordenación sacerdotal se la confiriera santo Tomás de Villanueva. Y a estos grandes hombres de DIOS los imitó siendo extremadamente humilde, y practicando la obediencia en grado heroico. Murió el 9 de octubre de 1581, canonizado por el papa Clemente X en 1671. Es el patrono de Colombia.
Y la liturgia de hoy nos presenta al Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, según San Lucas capítulo 11, versos del 27 al 28. En el que se narra un acontecimiento de la vida diaria de JESÚS, que en Su peregrinar misionero se encuentra con una mujer sencilla, muy de pueblo, que, al oír la Predicación del Maestro, piensa y lo expresa en voz alta, en lo orgullosa que se sentiría la Madre de JESÚS, por tener un hijo, con esas cualidades tan extraordinarias.
Por eso se resaltan dos exclamaciones de felicidad en este texto bien corto, por un lado, está la exclamación de la mujer, que alzó su voz en medio de la multitud y que encarna a miles de creyentes, al resaltar el testimonio de la Virgen María que fue la primera persona en acoger la Palabra de DIOS y hacerla Vida. Pero JESÚS le riposta que más dichoso es quien disponga de oídos para escuchar la Palabra de DIOS y la ponga en práctica en el desarrollo de su vida. Algunos mal pensados, pensarán que JESÚS le está quitando méritos a María, en su gran misión de Ser la Madre del Salvador, y no es así, el Maestro, más bien le está dando la ubicación exacta a María, ya que la dicha de ser Su Discípula es mayor que la ser Su Madre.
Y es que la condición de discípula, que escuchó anonadada, la grandeza de Su Misión, para llevar en Su Seno al Más Grande Tesoro que es la Palabra de DIOS y luego hacerse Su Servidora, es el mayor ejemplo que le ha dado nuestra Madre Celestial a los discípulos de todos los tiempos. Ya que, es la mujer del «Hágase en mí todo lo que has dicho» (Lc 1,38). Es la que escucha la Palabra con atención, y la cumple, y Su gran empeño es que pongamos atención en lo que Su Hijo, nos manda: ««Hagan lo que él les diga» (Jn 2,5).
Al confrontarnos con el texto, vemos que el Evangelio da a la escucha de la Palabra de DIOS, la categoría de Bienaventuranza. Y es hermoso el poder escuchar en este día, el status de Bienaventurados que le da el Maestro a todos aquellos que escuchen Su Palabra y la pongan en práctica. Lo que nos llena de regocijo por poder sentir y expresar nuestros sentimientos, de Amor y de entrega por la Palabra, como aquella mujer, que se abre paso en medio de la multitud, y que sin ninguna pena expresa a viva voz, lo que le brota del alma: bendecir los pechos que han amamantado a aquel Ser tan Excelso.
Sin embargo, el Maestro nos dice que no basta con la sola escucha de la Palabra, ya que hay que ponerla en práctica, de tal manera que se vean sus frutos, es decir hacerla vida con nuestro Testimonio en los distintos espacios donde nos desarrollamos. Eso es lo que JESÚS, de manera fehaciente le dice, a aquella mujer que ha interrumpido su quehacer diario. El Maestro aprovecha esa emoción y la expresión de ella para decirnos que guardar y cumplir la Palabra de DIOS, es lo que hace al hombre Bienaventurado. Y es eso lo que hizo Nuestra Madre María, por eso es Bienaventurada y llena de la Gracia de DIOS, ejemplo y actitud que todos los que nos llamamos seguidores de JESÚS estamos invitados a seguir.
Señor JESÚS, danos el discernimiento necesario, para que podamos sentirnos felices y dichosos al escuchar Tu Palabra, y con la Fuerza del Espíritu Santo pueda obrar maravillas, en nosotros y a través de nosotros en cada uno de nuestros entornos personales. Amén.
Luis Perdomo
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