«En aquel tiempo, Jesús les puso también esta comparación: «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? Ciertamente caerán ambos en algún hoyo. El discípulo no está por encima de su maestro, pero si se deja formar, se parecerá a su maestro. ¿Y por qué te fijas en la pelusa que tiene tu hermano en un ojo, si no eres consciente de la viga que tienes en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano:» Hermano deja que te saque la pelusa que tienes en el ojo»?, ¿si tú no ves la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo para que veas con claridad, y entonces sacarás la pelusa del ojo de tu hermano». Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
En este Octavo Domingo del Tiempo Ordinario la Iglesia Universal celebra la fiesta entre otros santos, en honor a San Gabriel de la Dolorosa, religioso pasionista, su nombre de pila era Francesco Possenti, Nació en Asís (Italia) en 1838. Y murió el 27 de febrero de 1862, en Isola del Gran Sasso d’Italia, Italia. Al entrar de religioso se cambia el nombre y en adelante se llamará Gabriel de la Dolorosa. Gabriel, que significa: el que lleva mensajes de Dios. Y de la Dolorosa, porque su devoción mariana más querida consiste en recordar los siete dolores o penas que sufrió la Virgen María. Desde entonces será un hombre totalmente transformado. En 1926 el Sumo Pontífice lo declaró santo, y lo nombró Patrono de los Jóvenes laicos que se dedican al apostolado.
Y la liturgia diaria nos presenta el Evangelio de Nuestro Señor JESUCRISTO, Según San Lucas capítulo 6, del verso 39 al verso 45. En el que JESÚS hace una comparación dirigida a los fariseos ciegos por el fanatismo y por haberse diseñado una religión a la medida de sus intereses. La crítica también está dirigida a todos aquellos acostumbrados a criticar las acciones de los demás, sin hacer nada mejor. Por eso es que el Maestro estructura su enseñanza de hoy, con cinco sentencias. Un ciego no puede guiar a otro ciego, un discípulo no puede ser más que su maestro, nadie debe fijarse en la mota del ojo ajeno sin reparar en la viga del suyo, el árbol bueno o malo se conoce por su fruto y las cosas que siente el hombre en su corazón es lo que trasmite con su boca y sus acciones.
La comparación de los ciegos que guían a otros ciegos estaba destinada a los fariseos que, fundamentados en la rigidez de la ley, que quita la vida, pretendía a orientar a sus fieles, aun cuando ese no era lo que DIOS, le había transmitido. Frente a esta desviación, el Maestro invita a sus discípulos a seguir las Enseñanzas que ha traído al mundo, que es Su Palabra que Transforma y hace Nueva todas las cosas, incluido una Nueva manera de proceder y de relacionarse con los semejantes, para poder dar los frutos buenos de la siembra del Maestro.
La pregunta que sigue, que implica la paja y la viga en el ojo, está bien grabada en nuestra memoria como una buena advertencia. Es muy común estar siempre dispuestos a criticar los defectos de los demás sin que nos demos cuenta de nuestros propios defectos, que pueden ser incluso mayores que los de ellos. Y es que el acto de criticar a menudo oculta la fuga de una autocrítica. Porque la crítica exacerbada ofusca la lucidez. Y por el contrario la autocrítica sincera y humilde conduce a la Misericordia y acogida hacia los demás.
Al confrontarnos con el texto y colocarnos en el puesto de los interlocutores de JESÚS, vemos que también nosotros juzgamos con mucha facilidad a los demás, pero no nos colocamos en la piel del otro; tenemos y damos muchas ideas, pero no nos comprometemos, ni nos gusta bajar al centro de los acontecimientos; sentenciamos sobre mil problemas, pero no ofrecemos soluciones o no hacemos nada para resolverlos. Incluso, con frecuencia, nos hacemos las víctimas, y gritamos que las causas de todos los males están siempre en los demás. Hasta, por soberbia, proyectamos sobre los otros nuestros propios defectos, negando de esta manera nuestra condición de cristianos, ya que JESÚS llama hipócrita a los que se comportan así.
Por eso es que, escuchando a JESÚS, vemos que, quitando «la tremenda viga que tengo en mis ojos», es que voy a estar en condiciones de ayudar a los otros, entendiendo que las personas no son buenas por la fama de la que se rodea, ni por lo que cada uno puede decir de sí mismo, esas son condiciones banales, ya que para ser buenas personas necesitamos ser impregnados del Amor de DIOS, que nos capacita para la búsqueda del bien común y para valorar los dones y virtudes que DIOS le ha dado a nuestros semejantes.
Porque cada uno de nosotros seremos buenos en la medida que tengamos acciones que procedan de un corazón puro que busca «amar a DIOS por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos». Si actuamos así, nuestras familias y nuestras sociedades serán remansos de Paz y de Justicia, y en esos son los frutos buenos que JESÚS quiere que demos con Sus Enseñanzas, que nos da: «cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos». Pudiendo concluirse que es en la acogida y la valorización de los otros, cómo podemos construir la familia y la comunidad Viva y abierta que transforme en Amor, los odios, y las guerras injustas y sin sentido, atizadas por las ambiciones mezquinas de unos pocos en detrimento de una mayoría que sufre sus desenfrenos.
Señor JESÚS, ayúdanos a purificar los ojos de nuestro corazón ya que, solo mirando con los ojos limpios de DIOS, podremos saber que no es imponiendo, no es dominando, ni condenando a nadie, cómo podemos construir un mundo mejor, sino más bien, Amándonos y sirviéndonos unos a otros. Amén.
Luis Perdomo
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