En aquel tiempo, Jesús salió otra vez por las orillas del lago; todo el mundo venía a verlo y él les enseñaba. Mientras caminaba, vio a un cobrador de impuestos sentado en su despacho. Era Leví, hijo de Alfeo. Jesús le dijo: «Sígueme». Y él se levantó y lo siguió.
Jesús estuvo comiendo en la casa de Leví, y algunos cobradores de impuestos y pecadores estaban sentados a la mesa con Jesús y sus discípulos; en realidad eran un buen número.
Pero también seguían a Jesús maestros de la Ley del grupo de los fariseos y, al verlo sentado a la misma mesa con pecadores y cobradores de impuestos, dijeron a los discípulos: «¿Qué es esto? ¡Está comiendo con publicanos y pecadores!».
Jesús los oyó y les dijo: «No es la gente sana la que necesita médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores».
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana
La Iglesia universal celebra hoy la fiesta entre otros santos, en honor al Beato Arnoldo Jansen, quien nació en Alemania en 1837 y murió en 1909. Fundó los misioneros del Verbo Divino y las Misioneras Siervas del Espíritu Santo de la Adoración. Una frase de él es: “fuertes y valientes deben ser los soldados que luchan por la causa de Dios”.
Y la liturgia de hoy nos presenta al Evangelio de JESUCRISTO, según San Marco capítulo 2, versos del 13 al 17, en el que se relata el llamado que JESÚS le hace a Leví, un recaudador de impuestos, que de acuerdo a la tradición era el nombre anterior del apóstol Mateo.
Con este relato Marcos aborda otro aspecto polémico de la Praxis de JESÚS, ya que incorpora a su grupo de colaboradores más inmediato a una persona que era mal vista por sus coterráneos, y Él haciendo caso omiso a esos prejuicios, no solo es que lo llama a formar parte de sus seguidores, sino que también va a su casa a comer con otros iguales a Leví.
Muy pertinente es aclarar que el cognomento de publicanos, se le daba a los que cobraban el impuesto para los romanos, y era un oficio muy despreciado, ya que el pueblo judío estaba dominado por el Imperio Romano y los publicanos eran judíos que trabajaban para el extranjero.
Los patriotas los consideraban traidores porque se daba cuenta de que se llenaban el bolsillo, a costa de la explotación del pueblo. Eran tan despreciados que, hasta los mendigos se negaban a recibir sus limosnas. JESÚS no los alabó, pero escogió a uno de ellos, a Leví-Mateo, para incorporarlo al equipo de sus apóstoles, cuya mayoría eran patriotas decididos, y es una manera de decirle al mundo que en Su Mesa todos tenemos cabida: “justos y pecadores”.
Al confrontarnos con el texto vemos que JESÚS, actuó con mucha libertad, frente a esa manera tan excluyente de la religión de su tiempo, lo que le valió muchas críticas, al juntarse con gente de mala fama, con mendigos, prostitutas, lisiados, leprosos y también con corruptos, que al juntarse con Él, experimentaban una transformación de sus vidas.
Y es que, Su proceder de manera deliberada, no sólo explicitan Su opción de vida y Su criterio frente a las tragedias y exclusiones humanas, sino que deja bien claro que DIOS ama sin medida a los hombres y mujeres, más allá del pecado o de la condición moral de cada uno de ellos.
Por eso es que, para entrar en la familia de DIOS debemos cambiar nuestra manera de mirar las cosas y a las personas. Ante todo, hay que liberarse de los prejuicios de clase. Dejemos de dividir a los hombres entre buenos y malos; entre los que se puede saludar y los que no; entre los que se debe amar y ayudar y los que no.
Aprendamos que DIOS no hace distinción entre ricos o pobres, entre intelectuales o mal educados, entre los de izquierda o de derecha, entre negros, blancos, amarillos, mulatos o colorados, ya que Su Plan Misericordioso contempla la Salvación para todos, cuyo único requisito es el de creer en Él y comenzar a actuar de acuerdo a Sus Designios.
Así que, hoy podemos vernos retratados en Leví, que a pesar de saberse pecador y excluido por sus paisanos, acepta la invitación a la CONVERSIÓN y al SEGUIMIENTO, que le hace JESÚS, o también podemos vernos retratados en los letrados y fariseos que por sus prejuicios se cierran rotundamente a esta invitación.
De tal manera que podemos preguntarnos: ¿Cómo puedo romper mis prejuicios, que me impiden ver la Propuesta que me hace JESÚS, para ir al encuentro del otro sin mirar, raza, condición social, política, económica o religiosa? ¿Abro mi corazón y mi mente a la Novedad del REINO DE DIOS que nos ha traído JESÚS?
Señor JESÚS, ayúdanos a experimentar y a vivir siempre la Gracia de Tú AMOR y de Tu Perdón, para que podamos dar testimonio visible de que somos seguidores Tuyos, al aceptar a todos nuestros semejantes, sin prejuicios de ningún tipo. Amén.
Luis Perdomo
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