“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí.
El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.» Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades”.
Reflexión: Por el Servicio de Animación Bíblica de la Diócesis de Ciudad Guayana. Responsable: Luis Perdomo.
La Iglesia universal celebra hoy la Fiesta, entre otros santos, en honor a San Juan Gualberto, Abad. El perdón que otorgó al asesino de su hermano hizo virar el rumbo de su vida. Originario de Florencia, Italia, nació en el siglo X y murió en Passignano, el 12 de julio del año 1073. Celestino III lo canonizó el 24 de octubre de 1193. En 1951 Pío XII lo proclamó patrono de los montes de Italia.
Y la liturgia diaria, nos presenta al Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo, del verso 34 del capítulo 10, al verso 1 del capítulo 11. En el que se relata las instrucciones dadas por JESÚS a sus Apóstoles, sobre la paz, la familia, y sobre la acogida a los misioneros. Y en el que, en una perspectiva de contradicción con la paz de los poderosos de este mundo, JESÚS proclama: “No piense que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz, sino espada”. Teniendo claro que, la Palabra de la Verdad trae la paz, pero provoca divisiones de parte de aquellos que se esconden en las tinieblas. Porque la paz del creyente nace de la certeza de que es amado por DIOS: así lo dicen los ángeles en Belén (Lc 2,14).
Pero JESÚS no da la paz como el mundo, porque la paz del mundo está hecha de confusiones, de certezas aproximadas, de equilibrio entre codicias y temor a los riesgos. La paz del mundo, ya sea en la sociedad o en las familias, encubre habitualmente un orden injusto impuesto por el más fuerte o una mediocridad compartida, por miedo o por una conveniencia circunstancial. Y por eso es que, el Evangelio siempre despierta el espíritu crítico, para poner las cosas en su justo lugar.
Al confrontarnos con las Palabras de JESÚS: “Aquel que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí. Y aquel que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí…” nos hace mucho ruido, porque pareciera estar en contradicción con el cuarto mandamiento: “de honrar Padre y Madre”, Pero si lo analizamos en profundidad veremos que lo que, JESÚS quiere decirnos, es que, lo que salva al hombre y lo hace más humano, para ser menos rencoroso, y excluyente es el AMOR de DIOS.
Y porque la propia familia está sometida a la influencia de la cultura negativa, individualista e indiferente del mundo, que son contrarios al mensaje humanizador de JESÚS. Y esa ruptura con los valores tradicionales y el pacto con este mundo, hace que quienes opten por el servicio y el Amor, generen conflictos y divisiones en el seno de la familia. Sin embargo, por encima de los lazos consanguíneo familiares, está el AMOR de JESÚS, que nos ayuda a sobreponernos a los apegos personales, con la plena entrega a DIOS, porque el Amor a nuestro Creador nos hará amar de una mejor manera a esos seres que consideramos insustituibles.
Por eso es que JESÚS nos dice que cuando experimentemos el rechazo de nuestros familiares y amigos, no debemos desanimarnos, sino que debemos recordar que eso forma parte del camino de seguimiento de JESÚS, por lo que, no debemos permitir que el rencor acampe en nuestro interior y más bien debemos rezar por los que no comprenden, nuestro cambio de comportamiento, para que algún día reciban a Cristo en su corazón y ellos sean transformados mucho más que nosotros.
Señor JESÚS permite que la paz, emanada de Tu Espíritu Santo, habite en nuestros corazones, nos libre de toda opresión y en comunión de Amor y Vida con los hermanos seamos partícipes de la construcción de una nueva sociedad. Amén.
Luis Perdomo
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