De entre todos los cambios en la industria de la moda, ninguno refleja mejor el espíritu de nuestra época que el diseño libre de género.
Si algo nos recuerda la moda sin género, es que nacemos no binaries. Que exista un descontento por no haber leído todos o todas en la frase anterior, por ejemplo, así como nuestra necesidad de distinguirlo todo entre femenino y masculino especialmente, nuestra ropa, es una construcción que vino con el tiempo. Y no. Ni la lengua ni la ciencia pueden avalar esa separación que tanto insistimos en marcar.
Mucho menos cuando se habla de la vestimenta diaria y de la moda, que son expresiones creativas de quiénes somos y una parte fundamental del lenguaje no verbal en nuestro día a día. Que dicho sea de paso: evoluciona sin pedirle permiso a nadie y no le pertenece a ninguna institución o autoridad en específico justo como suele pensarse con la lengua que hablamos y escribimos.
Para entender de qué va la moda sin género (o no binaria), debemos navegar brevemente por lo que significa el lenguaje incluyente y las supuestas bases científicas con que pretendemos definir el género o el sexo de las personas. Mismos argumentos que, de hecho, la comunidad de la ciencia no respalda.
Desde la lengua
Hay quienes abogan que el lenguaje es uno solo y existe una única manera correcta de hablarlo y escribirlo. En nuestro caso, se entiende que la Real Academia Española es la que “tendría que determinar” este uso, pero ¿de verdad es así? Es claro que se necesitan convenciones para facilitar su entendimiento en diversos espacios y para distintas personas.
Sin embargo, no se debe olvidar que estos acuerdos son justamente esto. ¡Acuerdos! Y que bajo ninguna circunstancia se deberían entender como reglas inamovibles, puesto que todas las palabras son inventadas; y la RAE, primero que nada, verificará la pertinencia de éstas y otras expresiones en su propio contexto; es decir, en España, y no en todos los territorios donde se habla esta lengua.
Y la moda, en tanto lenguaje, es también un invento que se usa para comunicar. No hay nada irrevocable en ella; sólo convenios que, por ninguna razón, deben o pueden ser imposiciones.
No podemos negar que existan consensos respecto a cómo hablamos y nos expresamos. Que para hacer esto de una forma eficiente, haya instituciones que puedan elaborar guías o manuales sobre el uso de la lengua. Pero esto no significa que el lenguaje se dé como las reglas indican; somos las personas quienes decidimos modificarlo para acercarnos a la demás gente y darnos a entender. El lenguaje se transforma, porque es en las interacciones y la multiplicidad de pensamientos que éste nace.
Entonces, aquí el problema es que no hay tomar una pausa y entender lo que las demás personas quieren decir. Ya sea con su lengua, ya sea con su ropa.
Que hoy se use una e, una @ o una x para generar palabras neutras o incluyentes no binarias es un recurso para dar espacio y visibilidad a las experiencias e intereses que tiene un gran grupo de personas en el mundo.
Lo mismo ocurre con la vestimenta. Usamos aquella con la que nos identificamos y expresa mejor nuestra persona. Y la moda sin género justamente existe para eso; para romper con la distinción entre femenino y masculino, e incluir a quien no se identifique con ninguna de estas dos etiquetas. Que es muy válido.
¿Es esto final o inapelable? ¡Por supuesto que no! Todo se mueve. Todo se adapta. Ya veremos si se generaliza o no; pero eso no significa que debamos desestimarlo y atacarlo si no lo entendemos o no es parte de lo que vivimos.
Desde la ciencia
Ante esto podrías pensar que contra la “naturaleza” o la biología nadie puede. «¿Cómo y por qué negaríamos tu sexo y género si naciste con determinados genitales?». Pues para sorpresa de mucha gente, resulta que tanto sexo como género son más complejos que esto y la comunidad científica no respalda ese otro argumento.
Para explicar por qué y ligarlo a nuestro tema la moda no binaria recordemos cuando la revista Nature respondió al gobierno de Donald Trump. Cuando éste quiso colgarse de la ciencia para definir el género en términos políticos. Lo cual violentaba a las personas trans y a quienes no se identifican con la distinción entre femenino y masculino.
La propuesta de aquel entonces era que el Departamento de Salud y Servicios Humanos definiría legalmente si alguien es masculino o femenino basándose en el sexo con que nació. Apostaba porque se aplicaran pruebas genéticas para resolver alguna ambigüedad, incluso. Lo cual era una medida sesgada, obtusa y lejana a la ciencia además de intrusiva, claro.
Hacer esto negaría los avances que hoy existen en la investigación científica y médica sobre dichos temas, que ahora ven el sexo como algo más complejo que la sola distinción entre hombre y mujer por sus genitales, y que también reconocen el género como un espectro construido socialmente. Tan es así, que el Comité Olímpico Internacional, por ejemplo, clasifica a sus competidores midiendo el nivel de testosterona en su cuerpo, pero eso resulta una práctica errónea.
Ciertas condiciones médicas pueden elevar los niveles de esta hormona en las personas que nacieron con vagina, y esto no necesariamente quiere decir que sean hombres. Lo mismo sucede con los cromosomas; existe gente con un par XX y características clasificadas dentro de lo masculino, así como hombres (XY) con alguna condición que inhibe su producción de testosterona.
Entonces, si como seres humanos escapamos de ese orden binario, debido a múltiples diferencias en nuestro desarrollo, condiciones hormonales, cambios genéticos e incluso ambigüedades anatómicas, ¿qué nos hace pensar que nuestra ropa debe estar estrictamente clasificada en “varonil” y “femenil”?
La moda sin género obedece así a esta diversidad, abre la oportunidad a quienes no quieren encasillarse en estas rígidas categorías y, por lo tanto, es más respetuosa de la biología que tú y yo juntes.
Genderless
Finalmente, la moda como una expresión creativa que en realidad no tiene género, es como lo dijimos más arriba un lenguaje para expresar nuestra vida y lo que queremos descubrir de ella. Incluso con apoyo de la ciencia actual, que estudia esto sin miedos ni prejuicios, en comparación de quienes se tratan de escudar con ella.
Y las razones de todo esto son más simples de lo que creemos. Hoy vivimos en una época donde tenemos la oportunidad y debemos luchar por ella de vernos como queremos que nos vean, en vez de encajar en cómo el resto quiere vernos. La moda sin género está allí para quienes miran más hacia la integridad y autenticidad de su persona, que hacia lo impuesto por otros.
Ahora, con todo lo que hemos expuesto, ¿hay algo que siga molestándote al respecto? ¿Cambia en algo tu realidad? Definitivamente no. Pero sí cambia la de las demás personas que sí están pidiéndote que les hables por un pronombre sin género y que no cuestiones su armario. Mismas que no te están exigiendo que les entiendas a profundidad o que te les unas en su propia manera de vivir; sólo te piden respeto. Y eso nos lo merecemos todes, sin importar cómo nos vemos ni la ropa que usamos.
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