
El huracán Melissa, considerado uno de los fenómenos meteorológicos más devastadores en la historia reciente del Caribe, comenzó a mostrar su fuerza destructiva desde Jamaica, donde tocó tierra como categoría 5, alcanzando vientos sostenidos de hasta 295 km/h.
La tormenta dejó a miles de personas sin electricidad, bloqueó carreteras esenciales y causó la muerte de al menos cuatro habitantes en la isla.
Posteriormente, el ciclón se desplazó hacia el este de Cuba, azotando provincias como Santiago de Cuba, Granma y Guantánamo con lluvias intensas, inundaciones y daños generalizados en viviendas y cultivos.
Más de 800 mil personas quedaron sin acceso a la electricidad y muchas comunidades permanecieron incomunicadas debido a los desbordamientos de ríos y las condiciones extremas de la vía pública. Las autoridades evacuaron a casi 735 mil ciudadanos, activando planes de emergencia para salvaguardar vidas ante la magnitud del desastre.
En Haití, donde Melissa no impactó directamente pero sí provocó lluvias torrenciales, se reportaron al menos 24 fallecimientos, principalmente por inundaciones y deslizamientos.
Crisis humanitaria
La tragedia más grave ocurrió en La Digue, Petit-Goave, donde un riada se llevó a decenas de personas. La crisis humanitaria se agudiza con miles de damnificados, refugiados en albergues y desaparecidos, mientras el sistema de respuesta enfrenta limitaciones agravadas por sanciones económicas internacionales.
Las Bahamas y República Dominicana también sufrieron daños considerables, con inundaciones y cortes en servicios vitales. En Panamá, la tormenta dejó varias víctimas fatales y miles de afectados por los efectos indirectos de las lluvias. La comunidad internacional, encabezada por Naciones Unidas, ha comenzado a movilizar ayuda humanitaria urgente para aliviar el sufrimiento de las poblaciones afectadas, especialmente de los niños, niñas y adolescentes que enfrentan condiciones críticas de acceso a agua potable, alimentos y atención sanitaria.
En medio de esta emergencia, líderes políticos y organizaciones mantienen el llamado a la solidaridad y coordinación regional para enfrentar las consecuencias de un huracán que evidencia los impactos del cambio climático y la vulnerabilidad de la región caribeña ante eventos extremos.
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