Una angosta sala se encuentra escondida debajo de la capilla construida en Florencia por el genio del renacimiento italiano, se encuentra una angosta habitación cuyas paredes están repletas de dibujos de carboncillo y sanguina atribuidos al mismo Miguel Ángel: cuerpos en movimiento, rostros llenos de expresividad, garabatos que, de un solo vistazo, evocan las robustas anatomías del maestro, como el ‘David’ o el ‘Moisés’.

Al receptáculo, de 10 metros de longitud, 3 de anchura y 2,5 de altura, se llega bajando unas estrechas escaleras escondidas en una trampilla junto al ábside de la ‘Sacristía Nueva’ que Miguel Ángel terminó en 1533 para los Medici en la basílica de San Lorenzo.

“Creo que esta será una oportunidad privilegiada para el público de visitar la sala y para que la comunidad científica vuelva a estudiarla”, refirió hoy Paola D’Agostino, directora de los Museos del Bargello, a los que pertenece la capilla.

El gran descubrimiento

El hallazgo se produjo en noviembre de 1975, cuando el historiador Paolo Dal Poggetto encargó la limpieza de un pasillo bajo el ábside que hasta 1955 se había usado como almacén de carbón. Sin embargo, bajo el yeso de las paredes enseguida emergieron los bocetos, suscitando un encendido debate entre quienes entreveían la mano del genio y los contrarios de esta hipótesis.

Dal Poggetto sostuvo entonces una teoría: la sala fue el escondite del artista en las frecuentes persecuciones de la Florencia del siglo XVI, amparándose en el testimonio de uno de sus discípulos, Ascanio Condivi, y el biógrafo del Renacimiento, Giorgio Vasari. En concreto, pudo refugiarse ahí para zafarse de la venganza del papa Clemente VII Medici, iracundo después de trabajar para los rivales de su dinastía en su exilio entre 1527 y 1530.

El historiador planteó que Miguel Ángel logró finalmente el perdón y pudo volver a trabajar en Florencia, hasta que en 1534 la abandonó para asentarse en Roma, donde legaría asombrosas obras como los frescos de la Capilla Sixtina. D’Agostino también ve el genio de Buonarroti en los trazos, vislumbra el perfil de mujer que recuerda a la “Leda”, un lienzo perdido pero conocido por sus bocetos, o un hombre que parece el “Laocoonte”, la escultura helénica que tanto lo marcó.

La discusión se abre

En cualquier caso, la directora del museo subrayó que, “como pasa siempre” con los grandes maestros, la autoría puede y debe ser analizada por la ciencia y abogó por celebrar un congreso internacional con los mayores expertos. Aunque, apuntó, “el ojo del entendido va un paso más adelante que el de cualquier investigación científica”, apostando que en los trazos “se compagina la mano del maestro y de otros”.

En cualquier caso, el visitante podrá juzgar por sí mismo pues la sala abrirá el 15 de noviembre y las entradas podrán comprarse desde hoy por un precio de 20 euros. La “extrema delicadeza” de los dibujos requerirán eso sí la máxima atención, por lo que se ha optado por dosificar las entradas en grupos de 4 personas repartidos en distintos horarios, y dado que para llegar hay que bajar unas estrechas escaleras, no se permitirá acceder a discapacitados ni niños menores de 10 años.

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