Hoy en día parece increíble, pero hubo una época en la que la lobotomía fue celebrada como una cura milagrosa, descrita por médicos y medios de comunicación como «más fácil que curar un dolor de muelas».

Solo en Reino Unido se realizaron más de 20.000 lobotomías entre principios de la década de 1940 y finales de la de 1970.

Por lo general se practicaban en pacientes con esquizofrenia, depresión grave o trastorno obsesivo compulsivo (TOC), pero también, en algunos casos, en personas con dificultades de aprendizaje o problemas para controlar la agresión.

Si bien una minoría de personas experimentó una mejora en sus síntomas después de la lobotomía, algunas quedaron atontadas, incapaces de comunicarse, caminar o alimentarse por sí mismas.

Pero la profesión médica tardó años en darse cuenta de que los efectos negativos superaban los beneficios y ver que los medicamentos desarrollados en la década de 1950 eran más eficaces y mucho más seguros.

Los escritores y directores de cine no han sido amables con los médicos que practicaron las lobotomías.

Películas y series como Suddenly, last summer, One Flew Over the Cuckoo’s Nest («Atrapado sin salida») y Ratched (la serie de Netflix inspirada en esta última película) retratan a cirujanos sádicos que se aprovechan de los vulnerables y dejan pacientes de mirada muerta a su paso.

La verdad, sin embargo, es mucho más compleja.

Los lobotomistas eran a menudo reformadores progresistas, impulsados ​​por el deseo de mejorar la vida de sus pacientes.

En la década de 1940, no existían tratamientos eficaces para los enfermos mentales graves.

Los médicos habían experimentado con la terapia de choque de insulina y la terapia electroconvulsiva con un éxito limitado y los asilos estaban llenos de pacientes que no tenían esperanza de curarse o de regresar a casa.

«Tan sutil como un disparo en la cabeza»

La lobotomía tuvo sus críticos desde el principio y la oposición se hizo más fuerte a medida que los malos resultados se hicieron evidentes.

Se descubrió que Walter Freeman, quien inicialmente afirmó tener una tasa de éxito del 85%, tenía una tasa de mortalidad del 15%. Y cuando los médicos investigaron los resultados a largo plazo de sus pacientes, descubrieron que solo un tercio había experimentado alguna mejora, mientras que otro tercio estaba significativamente peor.

Un exdefensor de la lobotomía en Estados Unidos declaró: «La lobotomía en realidad no era más sutil que un disparo en la cabeza».

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