El Centro de Asesoramiento y Desarrollo Humano (CADH) de la Universidad Católica Andrés Bello, extensión Guayana, (UCAB Guayana) realizó el conversatorio ‘Mi Vida, Mi Historia: Experiencias de Vida de Personas con Discapacidad’, evento que conmemoró el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, pero a su vez abrió un espacio de reflexión sobre la inclusión.
La psicopedagoga Jeslyca Martínez invitó a los presentes a reconocer que la discapacidad no se limita a diagnósticos formales. Explicó los distintos tipos y las adaptaciones requeridas, e hizo énfasis en la dimensión social y emocional.
Para Martínez, uno de los mayores retos no es la discapacidad en sí, sino la reacción que genera en el entorno: el temor, la indiferencia, la sobreprotección o la falta de información.
«Las barreras más difíciles no son siempre las físicas, sino las actitudinales», destacó.
A su vez, señaló que aunque en los últimos años ha habido avances, como mayor presencia de acompañantes pedagógicos y la integración de estudiantes con discapacidad en la educación universitaria, aún persisten desafíos importantes.
Entre ellos, mencionó la falta de apoyos institucionales y de programas formativos adaptados, así como la necesidad de crear opciones laborales reales para esta población.
Cuatro historias de vida
Entre los testimonios, estuvo el de Giovanni Acosta, coordinador de Gestión de Talento de la UCAB Guayana. Relató que crecer con una condición física diferente implicó sortear miradas y preguntas incómodas por el morbo de algunas personas.
Sin embargo, destacó que desde pequeño contó con un entorno familiar que fortaleció su autoestima.
«Entendí que lo más difícil no era moverme diferente, sino aceptarme frente a mis propios miedos (…) La discapacidad no es una limitación moral ni intelectual. Es una condición con la que se vive, no una que te determina».
Javier García, con condición del espectro autista, habló de las experiencias dolorosas que vivió en su vida escolar. Desde su relación con docentes hasta momentos de aislamiento. Para él, la escuela fue un espacio donde muchas veces sintió que no encajaba.
«Me decían que era raro, que no entendía las cosas como los demás. Yo trataba, pero el entorno no estaba preparado para mí», contó.
La universidad, sin embargo, significó un cambio radical en su experiencia. Javier expresó que la UCAB Guayana le brindó un entorno donde pudo participar, mostrar sus habilidades y sentirse aceptado.
«Allí descubrí que no había nada malo conmigo. Simplemente, necesitaba un espacio que me reconociera», expresó.
Otro de los testimonios fue el de Rosa Medina, de 18 años y con síndrome de Down. Desde hace 17 años forma parte de la Coral Infantil Integrada de Guayana.
Por su parte, relató cómo a través del arte pudo descubrir sus fortalezas y conectarse con otros jóvenes.
Nilther Martínez, profesional con discapacidad visual, narró que, durante su infancia y adolescencia, la falta de instituciones preparadas para recibirla fue una de las experiencias más duras. Pasó por largos períodos en los que simplemente no encontraba una escuela que la aceptara.
Su ingreso a la UCAB Guayana le abrió puertas para desarrollar sus capacidades a pesar de su condición. Hoy forma parte del Equipo de Inclusión Educativa del estado Bolívar, donde trabaja para que las nuevas generaciones no vivan las mismas barreras que ella tuvo.
«Mi meta es que ningún niño o joven con discapacidad visual vuelva a sentir que no hay espacio para él», afirmó.
También resaltó la importancia de desarrollar tecnologías accesibles en la región y de continuar educando a la sociedad para combatir prejuicios y miedos.
Hacia una inclusión auténtica
Los invitados coincidieron en varios puntos fundamentales para avanzar hacia una sociedad más inclusiva.
Entre ellos, mencionaron: sensibilización temprana sobre el tema, una mejor preparación del sistema educativo para respetar los ritmos y necesidades individuales, concienciación en las familias como un pilar emocional clave, aprovechar la tecnología para la asistencia y accesibilidad; y que la sociedad pueda reconocer las capacidades reales de las personas con discapacidad.
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