Abuya.-Nollywood, como se conoce popularmente a la industria cinematográfica de Nigeria, ha crecido tanto en los últimos años que hasta Netflix se ha rendido a sus pies y el Gobierno nigeriano habla ya del «nuevo petróleo» del país africano.
No en vano, Nollywood se ha convertido en la segunda industria del cine más grande del mundo en cuanto a producción de películas (unas 2.500 al años), superando a Hollywood (Estados Unidos) y sólo por detrás de Bollywood (India).
El poderío del cine de Nigeria, primer productor petrolero y país más poblado de África, ya se veía venir hace tres años, cuando la comedia romántica «The Wedding Party», de la directora Kemi Adetiba, recaudó 1,5 millones de dólares, un récord para un filme nigeriano.
Ese éxito provocó el rodaje de la secuela «The Wedding Party 2», que pulverizó las marcas de la cinta original.
Y, claro, el despegue de Nollywood captó la atención de Netflix, la plataforma estadounidense de contenidos por internet, que adquirió esas dos películas y otras como «Lionheart», de la cineasta nigeriana Genevieve Nnaji, que en noviembre pasado fue descartada de la carrera por los Oscar de Hollywood en la categoría de Mejor Película Internacional por haber sido rodada mayormente en inglés.
El grupo mediático francés Vivendi Canal Plus también se ha subido a ese carro y el año pasado adquirió Iroko TV, la mayor compañía de internet y entretenimiento de Nigeria, que emite telenovelas del país africano a telespectadores del todo el mundo.
«Nollywood es la exportación más grande de Nigeria hecha en Nigeria por nigerianos», comenta a Efe el productor cinematográfico radicado en Abuya Dickson Iroegbu.
Lejos quedan los tiempos en que los productores de este país africano de casi 200 millones de habitantes empezaron en 1992 a rodar películas de bajo coste, a veces incluso con una sola cámara.
Un presupuesto de 50.000 dólares bastaba entonces para una producción de Nollywood, cifra irrisoria en comparación con los millones invertidos en Hollywood, y los filmes se grababan en videocasetes que se vendían a millones de consumidores en África.
La industria del cine da empleo hoy día a al menos un millón de trabajadores y es una parte esencial del sector de entretenimiento, que, según datos de la consultora internacional PwC, contribuyó un 2,3 por ciento (unos 660 millones de dólares) en 2016 al producto interior bruto (PIB) del país, mayor economía del continente.
PwC prevé que el sector generará unos 1.000 millones de dólares en ingresos de exportación en 2020.
No sorprende, pues, que con esos datos en la mano el ministro nigeriano de Información y Cultura, Lai Mohammed, se refiera con entusiasmo a Nollywood como el «nuevo petróleo» del país.
El Gobierno también ve a la industria del séptimo arte como un soplo de aire fresco en una economía que en los últimos años sufrió una recesión por la caída de los precios del crudo, su principal exportación.
Pese a todos los elogios, la actriz y productora de Nollywood Steph Nora Okere no se deja llevar por el éxito. «Yo no diría que hemos llegado ahí», comenta a Efe desde Lagos, la ciudad más grande y epicentro comercial de Nigeria.
«Estamos todavía intentando crecer para alcanzar la madurez», agrega Okere, quien denuncia que la falta de infraestructura y cines amenaza el avance de la industria.
Pero el problema que más preocupa a cineastas y al propio Gobierno es la piratería, porque tan pronto se estrena una cinta, copias piratas se venden en las calles a precios baratos privando a al sector de la justa recompensa a su esfuerzo.
«Las películas están en internet y en vídeos y hay gente que gana millones sin añadir ningún valor», lamenta Iroegbu.
La junta censora de películas de Nigeria efectúa a veces redadas en lugares donde se almacenan copias piratas para destruirlas, si bien los productores no creen que sólo esa medida vaya a resolver el problema.
«Las leyes contra la piratería de hace cinco años no se pueden aplicar hoy», señala Iroegbu, al pedir una revisión de la normativa que se adapte a la realidad digital de hoy día y, de esa manera, ataje con mayor efectividad esa lacra.
Más allá de la piratería, la industria también considera que el Gobierno debe apoyar a los cineastas para que puedan obtener préstamos a unos intereses razonables, ya que éstos pueden ser mayores del 30 por ciento.
El Banco Central ha puesto en marcha una iniciativa para permitir el acceso a créditos con unos intereses de un sólo dígito, pero muchos productores alegan que se trata de una solución muy compleja.
«El proceso es riguroso y las condiciones son duras. Solicité una cantidad (de dinero) hace unos meses, aunque mi banco aún no me ha contestado», lamenta Okere.
Con todo, el ministro de Información y Cultura sostiene que «la exitosa comercialización de la industria creativa» es su «prioridad número uno» para 2020.
Pero Steph Nora Okere desea menos palabras y más acción. «Nosotros tenemos una industria desarrollada. Lo que queda es hacer dinero con nuestra habilidad creativa y que se impongan duras sanciones contra la piratería», zanja la actriz de Nollywood.
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