Ginebra. – La lucha contra el tabaco ha hecho progresos indiscutibles, pero el cigarrillo electrónico y otros dispositivos conexos amenazan estos avances cuando se les presenta como una ayuda para dejar de fumar, según informó este lunes la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Esta organización ha pedido, este lunes, que se regule a estos dispositivos de la misma forma que se hace con el tabaco porque no hay evidencia científica que demuestren su supuesta reducida toxicidad, el principal argumento que utiliza la industria tabaquera para pedir que se les regule de forma «diferenciada».

«Son productos que se han convertido en una puerta de entrada del tabaco para la gente joven. Nuestra recomendación a los gobiernos es que los traten y regulen como productos de tabaco», rebatió un responsable de la Unidad de Control del Tabaco de la OMS, Vinayak Prasad, al presentar un nuevo informe mundial sobre la evolución de la epidemia del tabaco.

Su advertencia se justifica por el aumento de la popularidad de estos dispositivos en el mundo, que ya cuentan con 367 millones de usuarios, frente a 1.100 millones de fumadores de cigarrillos convencionales.

En diez años de esfuerzos internacionales para reducir el consumo, se ha conseguido multiplicar por cuatro el número de personas que viven en países que aplican medidas como la prohibición de fumar en espacios públicos y las advertencias gráficas en los paquetes.

Sin embargo, las ayudas para dejar de fumar y el aumento de los impuestos al tabaco siguen siendo áreas donde hay grandes debilidades.

Según el informe, sólo 23 países ofrecen el más alto estándar de servicios para abandonar el cigarrillo: centrales telefónicas gratuitas que aportan ayuda y consejos, orientación en los centros de salud y terapias de reemplazo de la nicotina cuyo coste esté totalmente cubierto.

Está comprobado que sin ayuda sólo el 4 % de fumadores consiguen dejar el tabaco y que el acompañamiento duplica la probabilidad de éxito de una terapia.

Prasad dijo que en este ámbito el riesgo más obvio está en los intentos de las tabaqueras de presentar los cigarrillos electrónicos o los Iqos (dispositivos de tabaco calentado) como alternativas que ayudan a parar de fumar.

Lo que en realidad se ha observado es que cuando se acude a ellos se crean «fumadores duales», es decir que consumen cigarrillos convencionales además de los electrónicos o de los Iqos.

«Únicamente si un consumidor pasa 100 % a un cigarrillo electrónico puede ser menos perjudicial, pero si sólo lo hace parcialmente entonces no hay ninguna evidencia de que sea beneficioso y la nicotina seguirá dañando su corazón», explicó Prasad.

La nicotina llega al cerebro rápidamente después de su inhalación y es tan fuertemente adictiva que se ha comprobado que un 60 % de adolescentes se convierten en adictos a ella después de cinco paquetes de cigarrillos.

Por ello, la OMS considera un grave error que muchos países estén permitiendo que esos productos se comercialicen en total libertad y, en muchos casos, sin ni siquiera pagar impuestos.

Los cigarrillos electrónicos están apropiándose también de esa imagen de estar a la moda o de ser «cool» que han perdido los cigarrillos, sobre todo entre los jóvenes, lo que preocupa a los especialistas de la OMS, que piden a los gobiernos «evitar la normalización del uso de estos dispositivos».

Prasad recordó que de las 1.100 millones de fumadores en el mundo, la mitad empezó con este hábito antes de los veinte años.

Los resultados de una reciente encuesta global entre adultos indicaban que un 60 % de participantes querían dejar de fumar y que un 40 % lo había intentado en los doce meses previos al estudio.

Dejar el tabaco tiene beneficios tanto inmediatos como a largo plazo sobre la salud: en 20 minutos el ritmo cardiaco y la presión sanguínea caen, en 12 horas los niveles de monóxido de carbono bajan a lo normal y entre 2 y 12 semanas mejoran las funciones circulatoria y respiratoria.

Un año después de haber dejado el tabaco, el riego coronario del exfumador es la mitad del que presenta un fumador, igual que el riesgo de muerte entre 1 y 4 años después.

«Nunca es tarde para dejar de fumar», sostienen los científicos, que han corroborado que si una persona lo consigue a los 30 años añadirá diez a su esperanza de vida, mientras que si lo hace a los 50 añadirá al menos seis.

EFE

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