Madrid. – Naturaleza, deporte y fotografía son las tres pasiones que el venezolano Roberto Gerstl ha unido para dar vida a ‘Piel de Tepuy’, una exposición fotográfica sobre el Parque Nacional Canaima que nace por el deseo de “compartir con el mundo la belleza y grandeza de esta geología y reivindicar el cuidado del ecosistema venezolano”.

“He viajado muchas veces a esta montaña, y ahora ella quiere que la saque a viajar”, ha afirmado el fotógrafo en una entrevista con Efe, en la que confiesa que ha sido el lugar, la empatía que siente hacia él y lo mucho que ha llegado a conocerlo, los que le han enseñado a fotografiar.

La exposición que se ha inaugurado en Casa América, donde permanecerá hasta el 14 de mayo, recoge una secuencia de fotografías de tepuyes (una especie de mesetas), acantilados, grandes caídas de agua… tomadas en su mayoría entre 2017 y 2019, en el Parque Nacional de Canaima, en Venezuela.

Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y considerado desde el año pasado como un ecosistema “en riesgo”, el parque se encuentra, ha explicado Gerstl a Efe, en una situación muy delicada que “hay que parar”, pues ha sufrido cambios “atroces y muy acelerados”, que él mismo ha podido percibir y documentar en las “más de cuatrocientas visitas” a este lugar.

Debido a la minería ilegal, que rodea al parque y que cada vez es mayor, “las aguas están contaminadas, se ven plásticos y bidones de combustible flotando, la capa vegetal está deteriorada, los árboles luchan entre ellos para sobrevivir…”, explica Gerstl, que colabora con fundaciones como «SOSOrinoco», que trabaja en la documentación, diagnóstico y denuncia de la “tragedia medioambiental” que está sucediendo.

“Yo he vivido aquí, este sitio me ha cuidado, me ha enseñado algo nuevo cada día”, afirma el defensor y conservacionista, e insiste en la importancia de cuidar el «frágil» ecosistema pues se trata de «la parte más antigua del planeta».

Todo comenzó cuando Gerstl tenía tan solo dieciocho años, y con previa autorización de sus padres, se lanzó por primera vez en paracaídas. “Pese a que estudié economía por la necesidad de cumplir de aquel entonces, siempre supe que quería dedicarme a volar y hacer figuras en el aire”, confiesa.

Esto abrió paso a una posterior carrera deportiva en la que compitió, junto a su equipo, en varias ocasiones a nivel mundial y que le llevó, con treinta años, a conseguir lanzarse por el salto base más grande del mundo de las caídas naturales de agua, el Salto Ángel, algo que según sus palabras, abocó su vida a la naturaleza, le descubrió una nueva pasión y despertó en él la necesidad de seguir. “Lo conseguimos, dijeron mis compañeros, yo dije: ¿Cuándo vuelvo?”

Después del salto, contactaron para trabajar con él programas de televisión, documentales, películas internacionales y mucha gente, que quería visitar esta “joya de la naturaleza” de su mano, por lo que también comenzó a hacer expediciones privadas a grandes personalidades.

El fotógrafo se reconoce muy agradecido con Canaima porque «le ha salvado”, ya que en su última visita a los tepuyes el pasado 2020 sufrió el primer y único accidente de su vida, que le hizo caer por un escalón de más de treinta metros, arrollado por un helicóptero que se desestabilizó y que quedó «destrozado».

«Cuando recuperé la vista, me vi vivo. Una piedra me detuvo, ese lugar quería que la exposición llegase», concluye.

 

Griselda Romero EFE

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