El anunciado rediseño de los billetes de 20 y 100 dólares, dado a conocer por parte de la Reserva Federal (FED) de Estados Unidos, tiene una particular relevancia para la economía de Venezuela, donde el uso de la divisa estadounidense se ha consolidado como una de las principales formas de intercambio y ahorro.

Esta actualización, que busca fortalecer la seguridad del papel moneda ante flagelos como el de la falsificación, impactará a millones de ciudadanos dentro y fuera de Estados Unidos, que ahora dependen del dólar para sus transacciones cotidianas (si bien el uso del dinero en formato electrónico tiende a superar con creces día a día el rol del papel moneda, en líneas generales).

Horizonte temporal

La buena noticia es que el impacto de este acontecimiento no es inminente para la economía venezolana en el ámbito transaccional: Según la información oficial, los nuevos billetes de 20 dólares comenzarán a circular alrededor de 2030, mientras que los de 100 dólares lo harán en 2034, de acuerdo con el cronograma establecido por la FED, ente emisor estadounidense.

La medida forma parte de un esfuerzo continuo para modernizar la moneda, e implicará adecuar al menos diez millones de equipos y terminales dispensadores de billetes en efectivo.

Para los ciudadanos y comerciantes venezolanos, la principal preocupación pudiera girar alrededor de la validez de los billetes actuales, un tema que también involucra a las instituciones financieras que mantienen importantes posiciones de divisas en custodia a nombre de sus clientes.

¿Qué pasará con las emisiones

anteriores?

Es importante destacar que, tal como ocurre con las ediciones previas, todos los billetes antiguos de 20 y 100 dólares mantendrán su valor nominal y seguirán siendo de curso legal.

Esto quiere decir que no habrá necesidad de «cambiar» el dinero existente ni preocuparse por su obsolescencia, una razón de peso para proyectar que no existirá una afectación general con la eventual salida de los nuevos diseños.

La sustitución ocurrirá al final de un proceso gradual y natural a medida que los billetes deteriorados sean retirados por los bancos.

Sin embargo, en el caso venezolano no está demás considerar que la dolarización informal, aunque ha servido como un paliativo frente a la inflación, genera ataduras con las políticas monetarias de otro país.

Otro factor que de manera anecdótica se ha presentado repetidamente en el mercado local, es que algunos comercios y establecimientos establecen sus propios criterios para la aceptación de los billetes, en cuyo caso puede llegar a existir un margen de efecto limitado una vez que los nuevos ejemplares estén en circulación.

A la larga, y en un sentido amplio, la medida anunciada podría incluso fortalecer la confianza en el dólar como reserva de valor, al saber que constantemente se tiende a mejorar su seguridad.

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