Madrid, España.  Negar el cambio climático o, por el contrario, sufrir con angustia sus consecuencias, lo que se denomina solastalgia, son algunas de las repercusiones de esta emergencia climática sobre la salud psicológica de la sociedad, además de provocar enfermedades respiratorias, cardiovasculares, oncológicas o infecciosas.

Miguel López-Cabanas, vocal de la división de psicología de la intervención social del Colegio de Psicólogos de España, explica a EFE que la psicología trata a quienes padecen los efectos del cambio climático sobre su salud mental, pero también ayuda a cambiar la conducta de la población para poder frenar el avance de esta crisis medioambiental.

Y esto es lo que ocurre con ciclones, inundaciones, incendios, sequía… fenómenos extremos que se cobran vidas y obligan a la población a desplazarse causando en su salud mental trastornos como la solastalgia o el estrés postraumático.

Según el psicólogo Miguel López-Cabanas, “esa población necesita una atención individual, de apoyo psicológico, pero también es recomendable que se aborde el problema de manera grupal, que se trabaje con las comunidades afectadas”.

También la ansiedad forma parte del conjunto de trastornos psicológicos derivados de esta crisis global. “Es el caso de poblaciones que viven en zonas con riesgo de impacto inminente, como los estados insulares del Pacífico ante la creciente subida del nivel de mar”, apunta.

“Estas amenazas crean estrés, las personas se sienten tremendamente vulnerables. Además de ayuda psicológica a todos los niveles, necesitan medidas políticas que eviten esos riesgos”, considera el también miembro de la Junta Directiva de Greenpeace España.

La ansiedad, asimismo, puede afectar a aquellos que, aunque no hayan sufrido un impacto directo, viven con miedo las consecuencias que la crisis ambiental puede tener sobre sus descendientes.

“En estos casos se puede intervenir para controlar la ansiedad y generar esperanza» si contribuimos con nuestras acciones a frenar ese devenir climático.

Pero no todos somos conscientes de la amenaza. Sobre todo la población que habita las zonas templadas del planeta donde los riesgos del cambio climático aunque existen, no se muestran tan evidentes.

“Por eso se dan casos de negacionismo, de personas que no quieren verlo, que minimizan la situación y que no son capaces de cambiar su conducta porque les resulta más cómodo seguir igual”, señala Miguel López-Cabanas, quien fue profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid.

Pero además de la negación o falta de percepción del riesgo, se pone en marcha otro mecanismo que en psicología se denomina “indefensión aprendida”.

“Es considerar que el problema no depende de mi y atribuyo a otros la responsabilidad, bien sea a los poderes públicos, a las empresas o hacia quienes tienen coche y contaminan, por ejemplo, y que haga lo que haga va a dar igual porque no sirve para nada”, indica.

Por eso considera que los psicólogos pueden ayudar a cambiar esa actitud de negación y desinterés por otra de “responsabilidad compartida” y de esperanza ante la posibilidad de contribuir con nuestras conductas individuales.

En su opinión, es necesario que la sociedad reciba información científica pero también la psicología puede actuar sobre los colectivos (colegios, universidades, empresas..) y “empoderarles” para que se agrupen y ejerzan una mayor presión sobre los poderes públicos para que pongan en marcha medidas que frenen esta crisis climática.

Sin embargo, esa labor de asesoramiento y ayuda que puede ejercer la psicología frente al cambio climático no está siendo aprovechada, en opinión de López-Cabanas, por los gobiernos, las empresas o las asociaciones y mencionan otros casos de éxito en los que sí intervinieron como las campañas para dejar de fumar o de prevención de accidentes de tráfico.

EFE

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