Caracas. Simón Bolívar ha renacido cada vez que un líder venezolano necesitaba desempolvar viejas glorias o dar lustre a un Gobierno. Su última resurrección fue a lomos de una revolución de aspiración socialista que lo forjó a su imagen y semejanza para devolverlo a las escuelas transformado en su icono.
Esa escena metafórica forma parte también de una lectura de la historiografía romántica que se sirve del pasado para una construcción nacional y que sigue muy presente en las escuelas de Venezuela.
UN BOLÍVAR NUEVO
«‘Considerando que la justicia, la política, y la Patria reclaman imperiosamente los derechos imprescindibles de la naturaleza … decreto la libertad absoluta de los esclavos (…)’. Bolívar había comprendido que sin la solidaridad de las clases populares sería imposible conseguir la emancipación».
El fragmento procede de un texto de Ciencias Sociales de quinto grado (10-11 años) y muestra una constante en ese tipo de manuales escolares, el uso de frases o textos completos del Libertador que ya han sido comentados y adaptados a las necesidades de mostrar a un Bolívar revolucionario.
«¿Para qué informar cuándo nació Simón Bolívar si eso lo sabes? Simón Bolívar empezó a alumbrar desde que su pasión libertadora lo hizo escribir el Manifiesto de Cartagena», asegura otro texto escolar dirigido a los niños de la misma edad y que acompaña un capítulo entero bajo el epígrafe «Para nosotros la patria es América», una frase descontextualizada del líder venezolano.
Bajo esa misma premisa de épica histórica, otro capítulo se denomina «Cuando la historia anduvo a caballo sembrando repúblicas», en referencia a la guerra iniciada por Bolívar para independizar a buena parte de Suramérica de la colonia española.
UN HISTORIA INFANTILIZADA
El historiador venezolano Elías Pino Iturrieta explica que en el estudio escolar de la historia en Venezuela «hay una barrera impuesta por esta historiografía romántica» de los grandes mitos y las grandes gestas de la independencia.
«No permiten que la historia que hacemos los historiadores profesionales llegue a todas partes. Siempre hay una visión de la historia que se petrifica y es muy difícil que se pueda desplazar», asegura.
En su opinión, eso supone no solo una «infantilización» del estudio de la historia sino también y sobre todo «de la sociedad».
«¿Qué sucede con esta manera de ver las cosas? La proclamación del pueblo como inepto. Es adolescente, está en crecimiento y necesita paternidad. La paternidad estelar es la de Bolívar o la de sus sucesores. Entonces, el pueblo venezolano está condenado a la castración. Depende del padre salvador que es Bolívar o de aquellos que dicen que es como él o que imaginan que se le parecen», asegura.
UN CÉSAR DEL SIGLO XXI
Bolívar falleció en 1830, sin embargo su uso se ha extendido mucho más allá del chavismo. Pino Iturrieta ilustra: la imagen del Libertador «va a depender del César democrático».
«Hay una yunta muy íntima entre la figura de Bolívar y la figura del César democrático, su continuador. En el caso concreto de la historia de Venezuela, sería Bolívar no porque era glorioso y estaba lleno de cualidades sino porque era producto de la raza y del clima y la geografía», asegura.
En la larga lista de políticos venezolanos que se han servido de Bolívar el último ha sido el fallecido presidente Hugo Chávez, «que sería por consiguiente el último César democrático».
«Empezamos entonces con Bolívar esta historia lamentable y la terminamos con Chávez», un periplo histórico que demuestra «la incapacidad de hacer una república», asegura el historiador
DE ARISTÓCRATA A REVOLUCIONARIO
Para Pino Iturrieta, en la transformación del aristócrata criollo Simón Bolívar al líder revolucionario tienen un rol fundamental los textos incluidos en los libros escolares que ya «vienen indicados».
«Se hace un filtro, primero e importante, únicamente se incluyen textos canónicos, aquellos que hayan pasado el filtro del canon de quien está arriba. Eso significa la exclusión de aquellos que estorban y perjudican: todo lo de la independencia que rivalice con la heroicidad de Bolívar», asegura.
Tras generar y solidificar esa imagen mitológica del hombre clave en la independencia de Venezuela, los estudiantes de entre 12 y 13 años en las escuelas deben estudiar una asignatura de formación cívica denominada «Patria y Ciudadanía».
En el primer año de liceo, ese libro de texto comienza la formación cívica bajo el capítulo «Somos constructores y constructoras del sueño de los simones», que hace referencia no solo a Bolívar sino a su educador, Simón Rodríguez.
En él aparecen interpelaciones a los estudiantes como «revísate a diario para verificar si estás como indica Bolívar», un llamado para los jóvenes venezolanos en quienes ya se ha forjado una imagen del Libertador.
Y lo más llamativo se encuentra en el capítulo final de ese mismo libro: «La huella de un patriota continuador de la obra de Bolívar», que se refiere al propio Chávez.
«Hugo Chávez Frías: presidente, gran comunicador del ideario de Bolívar y gran docente de nuestra historia, hizo una gran escuela ¡Venezuela!», les exclama como salido de un discurso de Maduro uno de los protagonistas del libro «Patria y Ciudadanía» a los estudiantes.
Primero se fija la imagen de Bolívar, luego de su heredero: «La ciencia histórica no pinta nada», asegura Pino Iturrieta para quien el «entendimiento epopéyico de la vida» que planteó la historiografía del siglo XIX «comenzó a poner los pilares del altar donde esta Simón Bolívar» con una narrativa «pomposa, superficial y patriotera de la cual se aprovechan los presidentes de turno».
Y antes de despedirse deja la última reflexión: «Si Bolívar tiene algún pensamiento debe ser un pensamiento conservador, reaccionario, diríamos hoy».
Parece coincidir en buena medida con Carlos Marx, que hizo una biografía de Bolívar para la Nueva Enciclopedia Americana y reflexionó con Federico Engels acerca del venezolano.
«La intención real de Bolívar era unificar a toda América del Sur en una república federal cuyo dictador quería ser él mismo. Mientras, daba así amplio vuelo a sus sueños de ligar medio mundo a su nombre», aseguró el filósofo alemán.
Desde luego, es un texto obviado en las escuelas de Venezuela.
EFE
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