Cruzeiro do Sul, el municipio donde más gente ha muerto por las inundaciones del sur de Brasil, trabaja pala en mano para salir del lodo y rescatar lo poco que queda de un paisaje que parece haber sido golpeado por un tsunami.
Postes eléctricos caídos, techos arrancados y colchones en las copas de los árboles, la mayor crecida jamás registrada del río Taquari superó los 30 metros. En Cruzeiro do Sul, una población de unos 12.000 habitantes, ocho personas murieron y un millar de casas están dañadas, según la Defensa Civil local.
En todo el estado de Rio Grande do Sul, fronterizo con Uruguay y Argentina, había hasta este miércoles 100 fallecidos (otro más en Santa Catarina) y 128 desaparecidos.
A unos 200 metros de la orilla del río, tres vecinos de Cruzeiro do Sul con terrenos colindantes se enfrentan a diferentes escalas de la tragedia: una casa perdió los muebles, otra se quedó sin tejado, y la tercera ya no existe.
“Ya no tenemos casa”, le dijo a su esposa Celso Batisti cuando vio a lo lejos cómo su vivienda “estallaba” por la fuerza del río. Eran las 4:30 (3:00 GMT) de la madrugada y se había quedado despierto en el balcón de una casa vecina, ubicada en un terreno más alto.
Hasta allá se habían marchado el día anterior con lo mínimo, porque no se esperaba algo tan grave. En sus 38 años en esa casa nunca vio inundación alguna; hasta hace poco, el río Taquari era una bonita estampa, no una amenaza.
Ciclón extratropical
Sin embargo, la crisis climática se ha cebado con Rio Grande do Sul. En septiembre pasado, un ciclón extratropical provocó una crecida y el agua llegó a entrar en la vivienda de ladrillo y cemento de Batisti. En noviembre, hubo lluvias torrenciales. Primer y segundo aviso.
“Ahora vino esta inundación y acabó con todo”, lamenta con voz cansada este frutero de 63 años, que se ha tenido que ir a vivir con un sobrino.
Encontró su congelador con la carne podrida dentro a un centenar de metros. De la casa, solo han quedado unas paredes caídas y la baldosa blanca que cubría el suelo, como si se tratase de una excavación arqueológica. Su jardín, que era la envidia del barrio, ahora es un campo de lodo.
Más sólida, la vivienda de Pedro Gouveia resistió el embate, aunque el agua llegó al segundo piso. Sin camiseta y calzado con botas de goma, el vecino ha apilado un amasijo marrón de sofás, colchones y restos de muebles frente a la casa. Mientras, su esposa Denise Purper lava algunas sartenes y ollas de metal que se salvaron.
El alcalde, João Dullius, ya anunció que no van a esperar la ayuda del Gobierno federal y que el municipio comprará unos terrenos para construir viviendas para las decenas de familias que lo perdieron todo.
Sin embargo, Gouveia, de 61 años, ya piensa en un futuro fuera de Cruzeiro do Sul y lejos del Taquari: “Vamos a tener que empezar de cero, pero en otro lugar más alto porque aquí no volvemos. Es mucho el riesgo de la naturaleza”.
El matrimonio da por perdido lo que invirtieron en su casa, que calculan tenía un valor de unos 500.000 reales (unos 100.000 dólares o 90.000 euros) después de años de reformas para mejorarla.
“Por las mañanas escuchábamos los pájaros cantar… Era un lugar de ensueño y ahora se convirtió en una pesadilla”.
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