El 15 de diciembre de 1999, mientras se realizaban comicios electorales para un referéndum de la Constitución venezolana, en la cúspide costeña se desarrollaba un evento desgarrador que acabó con la felicidad de muchos ciudadanos.
Sobrevivientes del desastre contaron a los medios locales que pudieron observar cómo la mezcla de agua y barro corría con fuerza y arrastraba todo lo que conseguía a su paso, animales, árboles, vehículos, personas y casas completas con sus habitantes dentro se deslizaron hasta el mar. Ese día es recordado por los habitantes como el día que «la montaña se tragó al mar».
La lluvia incesante de esa semana contribuyó a agilizar el desastre. La cantidad de agua que cayó sobre el cerro El Ávila hizo que se produjera el deslizamiento de piedras, que alcanzaban enormes tamaños, y los troncos de los árboles que habían sido arrancados, chocaban con las casas y los edificios con una fuerza tan vasta que fueron capaces de demolerlos en segundos.
Hoy en día, sobre las ruinas del Vargas de otrora, se encuentran nuevas edificaciones que tratan de olvidar lo ocurrido aquella mañana desgarradora.
Aunque hoy La Guaira está nuevamente erguida, aún la zozobra de que la naturaleza vuelva a arremeter contra la ciudad y los ríos sigan su cauce hasta el mar, representa una amenaza inminente que las autoridades y los pobladores deben prever.
La población del estado Vargas; hoy en día estado La Guaira, se encontraba en medio de un deslave monumental que dejó calles completamente cubiertas, edificios derrumbados y estimaciones de hasta 30.000 fallecidos (según cifras de organismos oficiales) además de miles más desaparecidos, entre los que se encuentran 119 niños de los cuales no se tuvo ningún registro.
Agencia
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