Yenín (Cisjordania).- «¿A quién matarán mañana?». Es la principal preocupación con la que se acuestan los habitantes del campo de refugiados en Yenín, en Cisjordania ocupada, lugar que aglutina un amplio movimiento miliciano palestino «de resistencia» y que, según Israel, es el «mayor foco de terrorismo» en la zona.

«Ni yo, ni nadie en el campo tenemos miedo de vivir aquí, ni de lo que nos pueda pasar. Pero cada vez que el Ejército israelí entra, es inevitable pensar quién será el próximo en morir», asegura a Efe Salim Awad, de 27 años.

En los últimos dos meses, el campo de Yenín y las aldeas cercanas han sufrido constantes redadas del Ejército israelí como respuesta a la ola de seis ataques cometidos por palestinos o árabes-israelíes en Israel desde finales de marzo, con un saldo de 18 víctimas.

En esos «operativos de contraterrorismo» han muerto desde entonces unos cuarenta palestinos en toda Cisjordania ocupada, la mitad de ellos en la zona de Yenín. Pero no todos eran milicianos armados, también han muerto civiles como Shireen Abu Akleh, periodista de Al Yazira.

FOCO EN YENÍN

La muerte hace tres semanas de esta veterana reportera, conocida en todo el mundo árabe y convertida hoy en un símbolo de unidad nacional palestina, ha conmocionado al mundo y puesto el foco en Yenín, pero sus habitantes no creen que las cosas vayan a cambiar.

«Esto es una ocupación y bajo una ocupación no puedes hacer planes ni esperar cambios», apunta Awad, que tuvo que dejar su trabajo como camarero fuera del campo por temor a ser arrestado en uno de los numerosos puestos militares israelíes que rodean la zona y que se han multiplicado en los últimos meses.

Según el Ejército, Yenín concentra «el 50 % de las amenazas terroristas» y de ahí provienen la mayoría de los casi 500 palestinos detenidos en Cisjordania en los últimos dos meses, incluidos los responsables de los recientes ataques en las ciudades israelíes de Tel Aviv, Bnei Brak y Elad.

«Dicen que somos terroristas, pero no es verdad. Solo luchamos por nuestro derecho a vivir en nuestra tierra», alega Awad, que cuenta con estatus de refugiado desde que nació en ese campo creado en 1953, cuando se instaló su familia, deportada de un pequeño pueblo palestino cerca de la ciudad de Haifa que quedó dentro de las fronteras del nuevo Estado de Israel en 1948.

Awad está somnoliento y es que, para vigilar la llegada de tropas israelíes que suelen entrar de madrugada, los jóvenes del campo hacen guardia por la noche y duermen por el día, cuando las calles están prácticamente desiertas y solo se ven las caras de los «mártires asesinados por la ocupación» en numerosos carteles por todo el campo.

El campo de Yenín, donde viven unos 22.000 palestinos, padece las tasas más altas de desempleo y pobreza de toda Cisjordania, según UNRWA (la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos), que se han agravado desde que Israel revocara muchos permisos de trabajo entre sus habitantes y los fuertes controles de seguridad frenaran el flujo de árabes-israelíes que acudían a la zona a comprar productos agroalimentarios más baratos.

RESISTENCIA ARMADA

Pero la situación tampoco es nueva. La precariedad económica y la inseguridad han definido siempre la vida en Yenín, bastión de la lucha armada palestina desde la época del Mandato Británico (1922-1948) y escenario de la batalla más mortífera de la Segunda Intifada, con 23 soldados israelíes y más de 50 palestinos muertos en abril de 2002.

Las brigadas armadas de los movimientos islamistas de Hamás y, sobre todo, de la Yihad Islámica tienen desde entonces una notable presencia en el campo de Yenín, donde sus milicianos reciben entrenamiento militar. Son considerados grupos terroristas por Israel, EEUU y la Unión Europea, y rechazan la solución de los dos Estados.

«Luchan en la calle con pistolas comunes, nada que ver con el armamento del Ejército israelí. Son héroes, luchan por el pueblo palestino, por nuestra libertad», cuenta a Efe en el salón de su casa en el campo Bassam al Sadi, líder de la Yihad Islámica en el norte de Cisjordania y uno de los fundadores del movimiento en los ochenta.

Sadi, de 61 años, señala que la «resistencia palestina» está lista para una nueva intifada si el Ejército israelí aumentara la presión sobre Cisjordania, pero opina que «la ocupación mantendrá esta dinámica de redadas porque saben que una ofensiva militar en Yenín conduciría a una guerra abierta también con Gaza o Líbano».

«Yenín es la llave para la guerra o la paz en la región. Yenín y sus mártires son un símbolo de la lucha por una Palestina libre y un ejemplo para las nuevas generaciones», asevera el líder de la Yihad Islámica, orgulloso de que muchos de esos «héroes» sean del movimiento, así como el 70 % de los arrestados en el área en los últimos meses.

Su hijo Yayha Sadi, de 26 años, asegura que pese a que se han recrudecido las incursiones israelíes en Yenín, «la vida sigue todo lo normal que se puede vivir en un campo de refugiados», aunque como contaba Awad, la nueva preocupación entre los jóvenes es quién será el próximo en morir.

Sara Gómez Armas EFE

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